“La pandemia sí ha cambiado conductas y valores en las personas que la han vivido en hospitales o residencias, o han contribuido de alguna manera al bien humano común. Algunas de ellas son la esperanza de las generaciones futuras”
por RAMÓN BAYÉS – Psicólogo español y profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona
Estoy próximo a cumplir noventa años. La pandemia covid-19 que estamos sufriendo, ¿va a cambiar nuestra forma de contemplar el envejecimiento y la muerte?
Personalmente, no lo creo. Moriremos, un día cualquiera, como hemos vivido, con nuestras dudas y preguntas sin respuesta, con tristeza, con miedo al dolor, tal vez sintiéndonos extrañamente culpables por lo que pudimos haber hecho y dejamos de hacer.
Hay varias formas de caminar hacia la muerte y esto no va a cambiar: con curiosidad, como Bertrand Russell; dando gracias, como Oliver Sacks; dejándonos caer suavemente en brazos del padre del hijo pródigo de Rembrant; durmiendo, sin darnos cuenta; con sufrimiento o eligiendo un final.
Toda persona debería morir, sin miedo, sin infierno, sin culpa, sintiéndose redimida por todos los seres que en vida hayan mostrado, en algún momento, destellos de amor, de compasión o de perdón.
Cada hombre es único. La solución institucional creo que no existe, al menos para quienes seguimos siendo autónomos. Vale la pena captar en profundidad la idea que subyace en la historia que escribe John Berger como preámbulo al librito de Iona Heath Ayudar a morir.
En el plano social creo que la pandemia nada va a cambiar; sólo va a aumentar el sufrimiento de un mayor número de personas. Los intereses políticos y económicos, ayudados por algoritmos, seguirán moviendo el mundo. Tal vez, pueda conseguirse que se comercie menos con los ancianos dependientes. De hecho, a ellos, lo único que puede mantenerlos con auténtica vida es el amor. En el plano individual, la pandemia sí ha cambiado conductas y valores en las personas que la han vivido en hospitales o residencias, o han contribuido de alguna manera al bien humano común. Algunas de ellas son, a mi juicio, la esperanza de las generaciones futuras.