por BBVA Bank
Es el fenómeno natural, en principio benéfico, que mantiene la superficie de la Tierra con temperaturas aptas para la vida. Sin embargo, el efecto invernadero se ha desequilibrado peligrosamente. ¿El culpable? Las actividades humanas que aumentan la emisión de gases de efecto invernadero (principalmente de CO2, metano y óxido nitroso). La consecuencia: el progresivo calentamiento global.
Sin gases de efecto invernadero (GEI), la Tierra sería un enorme bloque de hielo girando en el espacio. Este tipo de gases absorbe parte de la radiación solar que atraviesa la atmósfera y calienta tanto la superficie del planeta como los niveles bajos de la atmósfera, evitando así que ese calor rebote y salga hacia el exterior.
«Si en un invernadero la cobertura plástica evita la pérdida del calor y conserva una temperatura estable, en la Tierra estos gases consiguen un efecto similar», explican en la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES). El problema es que la actividad humana ha lanzado demasiados GEI a la atmósfera, con una repercusión: la alteración de su equilibrio natural ha provocado que el acúmulo de calor comience a ser excesivo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) recuerda que la ganadería genera óxido nitroso y metano (296 veces y 23 veces más perjudiciales respectivamente que el dióxido de carbono o CO2), si bien la cantidad total de CO2 emitida hace que su contribución al efecto invernadero de este gas sea mayor. El ozono, por su parte, se concentra en la parte inferior de la atmósfera, actuando como un potente GEI, mientras que en la superior la capa de ozono escasea, lo que se traduce en una menor capacidad para impedir la radiación solar adversa.
Un balance vital
«Para entender por qué la Tierra se calienta necesitamos conocer su balance energético, esto es, la diferencia entre la energía que entra y sale del planeta, así como los factores que regulan dicho proceso», explica José Manuel Moreno, catedrático de Ecología en la Universidad de Castilla-La Mancha, en el informe ‘Cambio climático: Bases científicas y cuestiones a debate’, publicado por la Universidad Politécnica de Madrid y Fundación Naturgy.
«El balance energético neto anual de entradas y salidas ya desde principios de los años 2000 era positivo. Existía un desequilibrio energético porque las entradas de energía eran mayores que las salidas. Esto implica que la Tierra estaría acumulando energía y calentándose», añade Moreno, también miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC), de Naciones Unidas. El cambio de temperatura implica que se modifican también otras variables climáticas dependientes de ella, como la cantidad de vapor de agua en la atmósfera y el ciclo hidrológico global.
Otro ejemplo de esta reacción en cadena: ya en 2009, un informe de la organización Oceana alertaba de cómo, además de desestabilizar el clima, las emisiones de CO2 tenían un grave impacto en los océanos, que absorben aproximadamente el 30% de las emisiones globales de ese gas y el 80% del calor generado por el creciente aumento de los GEI, atenuando así los impactos nocivos de la contaminación atmosférica. «Sin embargo, este proceso nos sale caro porque los océanos no solo están aumentando de nivel y de temperatura, también se vuelven más ácidos», apuntaba el informe.
Medición de las evidencias
«En la comunidad científica existe consenso en que el aumento del efecto invernadero se origina por la actividad humana. El debate, en todo caso, se refiere a su intensidad, y a las certidumbres de los escenarios que se plantean», señala el doctor Juan Miguel Martínez Orozco, profesor del departamento de Construcciones Civiles en la Universidad Europea y experto en impacto ambiental.
«Ya en el siglo XIX algunas investigaciones apuntaban la posibilidad de un calentamiento de la atmósfera como consecuencia de las emisiones de gases, pero ha sido en tiempos más recientes, en la primera mitad de los años ochenta del siglo XX, cuando se han empezado a poner sobre la mesa evidencias científicas, cada vez más sólidas, sobre la progresiva acumulación de GEI, sobre todo CO2″, añade el profesor.
Esas evidencias se basan en la tecnología capaz de medir las trazas de algunos de estos gases. Los científicos han estudiado el clima antiguo mediante cilindros de hielo extraídos en la Antártida con burbujas de aire de épocas remotas (a mayor profundidad, mayor antigüedad), y han concluido que desde hace cuatro millones de años no existía semejante concentración de CO2 sobre esa parte del planeta.
Otras investigaciones muestran la distribución mundial de los GEI, como las que ya en 2007 se basaron en tres años de observaciones realizadas por el espectrómetro Sciamachy, a bordo del satélite Envisat de la Agencia Espacial Europea.
¿Y la respuesta?
Existen varias acciones mundiales para frenar no solo el efecto invernadero sino el cambio climático en general.
Por ejemplo, en julio de 2020 nueve organizaciones sin ánimo de lucro, empresas tecnológicas y Al Gore, ex vicepresidente de Estados Unidos, anunciaron la coalición Climate TRACE para el seguimiento de emisiones atmosféricas de carbono que utilizará inteligencia artificial (IA), procesamiento de imágenes por satélite, aprendizaje automático y otras tecnologías de detección remota. Su objetivo: monitorizar las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo como base para diagnósticos más precisos y soluciones más eficientes.
¿Qué es la capa de ozono y cómo nos protege de la radiación?
Hay una familia de gases, conocidos como clorofluorocarbonos (CFC) y utilizados en refrigerantes y aerosoles, que deterioran una de las defensas imprescindibles para la vida en el planeta, la capa de ozono. Desde 2020, el tamaño del agujero de esta capa se ha reducido. Y fue gracias a un acuerdo internacional firmado en 1987 por casi todos los países del mundo.
CONSERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD
12 animales en peligro de extinción
De las 8.300 razas de animales conocidas, el 8% están extintas y el 22% está en peligro de extinción. Estas cifras de las Naciones Unidas sitúan al planeta al borde de lo que algunos científicos han denominado como la sexta gran extinción. El impacto de la acción del ser humano en los ecosistemas está provocando que numerosas especies desaparezcan, lo que genera un daño irreversible tanto en la biodiversidad como en el medioambiente.
Fuente: https://www.bbva.com/es/que-es-el-efecto-invernadero-respuestas-para-frenar-el-cambio-climatico/