Políticos, intelectuales y otros célebres hombres franceses están siendo sometidos al escrutinio por acusaciones de abuso sexual.
por Norimitsu Onishi
PARÍS — Cuando Sandra Muller lanzó la campaña de redes sociales #MeToo en Francia en 2017, decenas de miles de mujeres respondieron a su llamado a “exponer a tu cerdo”, o “#balancetonporc”.
Pero la reacción en contra fue abrumadora. Algunas de las mujeres más prominentes del país, encabezadas por Catherine Deneuve, denunciaron el movimiento en una carta que llegó a definir la respuesta inicial de Francia al #MeToo. En 2019, Muller perdió un caso de difamación contra un exdirectivo de televisión al que había desenmascarado en Twitter, con lo que Francia parecía inmune a las fuerzas globales que desafían el dominio de los hombres.
La semana pasada, Muller ganó su apelación. Aunque no presentó hechos nuevos, la contundente sentencia del tribunal de apelación dejó en evidencia cómo han cambiado las cosas en los últimos dos años.
“Antes de la sentencia, creía que había algo que se movía”, dijo Muller en una entrevista telefónica desde Nueva York, donde vive ahora. “Ahora, tengo la impresión de que ha habido un salto hacia adelante”.
Desde principios de año, una serie de hombres poderosos de algunos de los ámbitos más destacados de Francia —política, deportes, medios de comunicación, academia y artes— se han enfrentado a acusaciones directas y públicas de abusos sexuales. Es un cambio de rumbo respecto a unos años de, sobre todo, silencio. Al mismo tiempo, ante estos casos de gran repercusión y un cambio en la opinión pública, los legisladores franceses se apresuran a establecer los 15 años como edad para el consentimiento sexual, apenas tres años después de haber rechazado dicha ley.
Las recientes acusaciones no solo han dado lugar a investigaciones oficiales, a la pérdida de empleo para algunos hombres poderosos y al destierro total de la vida pública para otros. También han dado lugar a un replanteamiento de la masculinidad francesa y del arquetipo de los franceses como seductores irresistibles, como parte de un cuestionamiento más amplio de muchos aspectos de la sociedad francesa y en medio de una reacción conservadora contra las ideas sobre género, raza y poscolonialismo supuestamente importadas de las universidades estadounidenses.
“Las cosas van tan rápido que a veces me da vueltas la cabeza”, dijo Caroline De Haas, una activista feminista que en 2018 fundó #NousToutes, un grupo contra la violencia sexual. Se describió a sí misma como “súper optimista”.
Haas dijo que Francia estaba pasando por una reacción tardía al #MeToo después de un período de “maduración” durante el cual muchos franceses comenzaron a comprender las dimensiones sociales detrás de la violencia sexual y el concepto de consentimiento.
Eso fue especialmente así, dijo Haas, después del testimonio en el último año de Adèle Haenel, la primera actriz de alto perfil en hablar sobre el abuso, y de Vanessa Springora, cuyas memorias, El consentimiento, documentaron el abuso del escritor pedófilo Gabriel Matzneff.
“El comienzo de 2021 ha sido como la réplica de un temblor”, dijo Haas. “Lo que está muy claro es que, hoy en día en Francia, no tenemos en absoluto la misma reacción que hace cuatro, cinco años ante los testimonios de violencia sexual contra personas conocidas”.
El mes pasado, Pierre Ménès, uno de los periodistas deportivos más famosos de la televisión francesa, fue suspendido indefinidamente por su empleador tras la publicación de No soy una puta, soy una periodista, un documental que denunciaba el sexismo en el periodismo deportivo.
Hace apenas unos años, pocos le criticaban por comportamientos que ahora no se atreven a defender en público, como besar a la fuerza a las mujeres en la boca en televisión y levantar la falda a la periodista Marie Portolano, la productora del documental, ante el público de un estudio en 2016.
“El mundo ha cambiado, es el #MeToo, ya no se puede hacer nada, ya no se puede decir nada”, dijo Ménès en una entrevista en la televisión tras el estreno del documental. Dijo que no recordaba el incidente de la falda, y añadió que no se había sentido como él mismo en ese momento debido a un padecimiento físico.
La lista de otros hombres poderosos es larga y cada vez más larga. Está Patrick Poivre d’Arvor, el presentador de noticias más famoso de Francia, investigado por la violación de una joven y quien se defendió en televisión diciendo que pertenecía a una generación para la que “la seducción era importante” e incluía “besos en el cuello”. Ha negado las acusaciones de violación.
Está Georges Tron, un exministro, absuelto en 2018 de una acusación de violar a una empleada, pero quien fue condenado en febrero a cinco años de prisión en una sentencia de un tribunal de apelación que, según Le Monde, reflejaba que la sociedad “ha cambiado incuestionablemente su comprensión del consentimiento”.
Está Gérard Depardieu, la mayor estrella de cine de Francia, y Gérald Darmanin, el poderoso ministro del Interior, también investigados en casos de violación que se reabrieron el año pasado. Ambos han dicho que son inocentes.
Olivier Duhamel, destacado intelectual, y Richard Berry, famoso actor, han sido investigados recientemente tras ser acusados de incesto por integrantes de su familia. Berry ha negado las acusaciones; Duhamel no ha comentado las acusaciones contra él.
Claude Lévêque, un artista internacionalmente conocido, es investigado por violación de menores y fue acusado en público por primera vez en enero por una antigua víctima. Él ha negado las acusaciones.
Dominique Boutonnat, productor de cine al que el presidente Emmanuel Macron nombró presidente del Centro Nacional del Cine el año pasado, fue puesto bajo investigación en febrero por intento de violación y agresión sexual a su ahijado y ha dicho que es inocente.
“Esta reciente ola en Francia, es una reacción retardada al asunto Matzneff”, dijo Francis Szpiner, el abogado que representa a Muller, añadiendo que la caída del escritor pedófilo y de Duhamel hicieron que la gente se diera cuenta de que los hombres poderosos en Francia no eran “intocables”.
En 2017, inmediatamente después de las revelaciones del #MeToo que involucraban al magnate de Hollywood Harvey Weinstein, Muller, periodista, lanzó #balancetonporc en Francia. En un post de Twitter, relató cómo durante un festival de televisión en Cannes, un ejecutivo le dijo: “Tienes pechos grandes. Eres mi tipo de mujer. Te haré llegar al orgasmo toda la noche”.
El ejecutivo, Eric Brion, no negó haber hecho esos comentarios. Pero como ambos no trabajaban juntos, Brion argumentó que los comentarios no constituían acoso sexual y demandó a Muller por difamación. Una sentencia de 2019 que condenaba a Muller a pagar 15.000 euros por daños y perjuicios, unos 17.650 dólares, fue anulada la semana pasada.
En 2019, el tribunal dijo que Muller había “sobrepasado los límites aceptables de la libertad de expresión, ya que sus comentarios se rebajaron a un ataque personal”. Esta vez, los jueces consideraron que Muller había actuado de buena fe, y añadieron que los “movimientos #balancetonporc y #MeToo habían llamado mucho la atención, habían sido aclamados por diversos funcionarios y personalidades y habían contribuido positivamente a que las mujeres hablaran libremente”.
Camille Froidevaux-Metterie, una destacada filósofa feminista, dijo que era significativo que los hombres ahora investigados fueran líderes en una diversidad de campos. Las revelaciones en torno a ellos han socavado los mitos de los franceses como grandes seductores y de una refinada cultura romántica en la que “nosotros, los franceses, en nuestro juego de seducción, sabemos interpretar los signos no verbales y tenemos este arte de la seducción, un comercio suave entre los sexos”, dijo.
“Se trata de hombres que encarnan, en cierto modo, el viejo orden patriarcal de las cosas, de hombres con poder y de hombres que han usado y abusado de su poder para explotar sexualmente los cuerpos de otros, ya sean mujeres u hombres jóvenes”, dijo Froidevaux-Metterie, y añadió: “quizá estemos experimentando la primera sacudida real de ese sistema”.
Algunos intelectuales conservadores consideran que la creciente lista de hombres prominentes acusados es una prueba de la contaminación de la sociedad francesa por las ideas estadounidenses sobre género, raza, religión y poscolonialismo.
Pierre-André Taguieff, historiador y uno de los principales críticos de la influencia estadounidense, dijo en un correo electrónico que “los ideólogos neofeministas y neoantirracistas denuncian el universalismo, especialmente el universalismo republicano francés, como un fraude, una máscara engañosa de imperialismo, sexismo y racismo”.
Aunque Taguieff no comentó los detalles de los casos recientes, dijo que esta nueva ola de #MeToo representa un “sexismo misandrista y androfóbico que fomenta una caza de brujas de hombres blancos seleccionados en función de su fama o renombre, con el fin de alimentar la envidia social y el resentimiento hacia las élites blancas/masculinas”. Taguieff ayudó recientemente a fundar El Observatorio del descolonialismo, un grupo que lidera la carga contra lo que describe como la amenaza intelectual de Estados Unidos.
La reacción inicial de Francia al #MeToo fue rechazarla como una distorsión estadounidense del feminismo, del mismo modo que los conservadores franceses intentan ahora descartar las ideas sobre la raza y el racismo como conceptos estadounidenses irrelevantes, dijo Raphaël Liogier, un sociólogo francés que enseña en Sciences Po Aix-en-Provence y que recientemente fue profesor visitante en Columbia.
Cuando Deneuve y otras mujeres denunciaron en 2017 el #MeToo como un producto del “puritanismo” y una amenaza a la “libertad sexual”, los conservadores contraatacaron argumentando que las mujeres estadounidenses estaban reprimidas sexualmente y eran en realidad menos libres que las francesas, dijo Liogier.
“Así que, de hecho, en Francia, nuestra línea de defensa consistía en decir: ‘No somos nosotros, son los estadounidenses’”, dijo, y añadió: “Hoy, esa línea de defensa se ha derrumbado”.
Norimitsu Onishi es corresponsal en el extranjero de la sección Internacional, cubre Francia desde el buró en París. Anteriormente fue el jefe de las corresponsalías del Times en Johannesburgo, Yakarta, Tokio y Abidján, Costa de Marfil.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2021/04/10/espanol/francia-metoo-sandra-muller.html