Las emociones y la música. En 2016, David Bowie y Leonard Cohen lanzaron sus últimos discos días antes de morir. Blackstar y en especial su tema “Lazarus” y You want it darker parecían ser despedidas premeditadas y distantes a los finales luminosos.
por Celina Abud

Sin dudas, 2016 fue un año de luto para la música: ni bien arrancaba y casi al terminar se llevó a dos figuras que supieron marcar su impronta. El 10 de enero el mundo se enteró de que fallecía David Bowie, dos días después de cumplir 69 años. Mientras que el 7 de noviembre, impactó la noticia de la muerte del Leonard Cohen, a poco de haber cumplido los 82.
En materia artística los intérpretes fueron muy diferentes. Mientras Bowie cambiaba de apariencia de forma performática – no olvidaremos a sus alter egos Ziggy Stardust o The White Duke– Cohen, cuando abandonó los atuendos sencillos, optó por un clásico traje como marca registrada. En el plano musical, mientras que el autor de “Space Oddity” buscaba experimentar hasta llegar a sonidos “de otro planeta”, al canadiense le bastaba una guitarra terrenal o un coro para elevarse.
Sin embargo, hacia el final de sus carreras estas dos figuras tuvieron algo en común. En 2016, el mismo año de su muerte, publicaron sus últimos discos con sabor a despedida en los días de sus respectivos cumpleaños. Y ninguno parecía hacer referencia a “una luz al final del camino”, sino todo lo contrario. El último álbum de Bowie se llamó Blackstar (Estrella negra), mientras que el de Cohen You want it darker (Lo querías más oscuro). Bowie había sido diagnosticado con un cáncer terminal de hígado 18 meses antes de la salida del disco y la noticia fue guardada en el más profundo de los hermetismos. Cohen, en cambio, no parecía presentar un problema nuevo de salud, pero por los años que pasaban factura y dolores múltiples que le habían dejado una gira que no esperaba hacer, parecía expresar, siempre con poesía, que “estaba entregado”.
Dos de los temas de esos álbumes parecían ser mensajes concretos que auguraban un final más cercano de lo que un mundo entero esperaba. Quizá, porque quienes los admirábamos no estábamos listos para su partida, pero sin duda, ellos sí.
Lazarus (David Bowie)
“Mira aquí arriba, estoy en el cielo. Tengo cicatrices que no pueden ser vistas”. Así arranca la letra de la canción “Lazarus”, cuyo video lo muestra en una cama de hospital. Tiene la vista tapada con una venda que posee, a la vez, dos botones cosidos que ofician de ojos. Y por momentos, Bowie levita.
La habitación, despojada, no muestra el espacio exterior ni un universo paralelo. Tan sólo esa cama y un armario de madera maciza. No hay elementos decorativos para edulcorar una escena que parece una confesión: “Tengo drama que no puede ser robado, todo el mundo me conoce”. Y sigue: “Mira aquí arriba hombre, estoy en peligro. No tengo más nada que perder”.
Solo durante un momento del video a Bowie se lo ve sin la venda. Muy delgado, baila con un porte elegante. El momento sin ceguera es cuando rememora el apogeo de su carrera artística y una posterior caída. Pero pronto vuelve a taparse los ojos para repetir, como un mantra: “De esta manera o ninguna, tu sabes, seré libre”.
La muerte de Bowie tomó por sorpresa a un mundo entero, más allá de que los videos podían aparecer ciertas pistas. En “Blackstar”, cuando no adoptaba la imagen de “Button Eyes” se mostraba como una suerte de profeta oscuro, mientras que en “Lazarus”, la letra y el clima parecían anunciar el final. Pero asumimos que era otra de sus performances, o no tuvimos demasiado tiempo para pensarlo, ya que dos días después del cumpleaños de Bowie, que coincidía con la fecha de lanzamiento del disco, el cantante falleció.
Con el final develado, aparecieron distintas interpretaciones, como que el título del álbum Blackstar hacía referencia al ascenso del cantante al estrellato y la caída hacia la mortalidad. Otros sugirieron que se utiliza el mismo término para denominar a un tipo de lesión cancerígena.
Lo que sí se sabe con certeza es que tanto “Lazarus” como otras canciones del álbum fueron supervisadas para que fueran una suerte de “autoepitafio” . Así lo confirmó el productor y amigo de Bowie, Tony Visconti, el único en el estudio de grabación en saber la condición médica del artista (se lo había contado un día antes de empezar las sesiones y le prohibió volver a mencionar el tema).
Para la grabación de Blackstar, Bowie convocó a un joven cuarteto de jazz (sus integrantes no podían creer para qué habían sido llamados), tal vez en busca de un sonido que evocara más al pasado que al futurismo.
Lazarus fue el último video que filmó Bowie. Recordemos a la habitación despojada en la que solo estaban la cama de hospital y el armario. Si bien Bowie levita, no llega a hacerlo tan alto. En su lugar, ingresa al armario y cierra la puerta. Para el final de su camino, encuentra refugio en la oscuridad.
You want it darker
You want it darker, el decimocuarto y último álbum de estudio de Leonard Cohen, fue lazando el 21 de septiembre, día de su cumpleaños número 82. Pero su sonido se asemejaba más a un ritual que a una celebración y su título distaba de ser festivo. De hecho, la canción que le da nombre al disco muestra reflexiones de alguien que se cree moribundo (no pasaron ni dos meses hasta enterarnos del deceso del cantautor) y le habla a un Dios del cual no espera nada más.
Así lo demuestra desde los primeros versos: “Si tú eres el repartidor, estoy fuera de juego. Si tú eres el sanador, significa que estoy roto y lisiado. Si tuya es la gloria entonces mía debe ser la vergüenza. Lo querías más oscuro, apagamos la flama”.
La canción parece arrastrar el cansancio, en este caso, el cansancio del poeta que persiguió la belleza y se encontró con impiadosos problemas mundanos. Uno conocido fue la estafa de quien fue su manager y amante ocasional, Kelly Lynch (que lo dejó en bancarrota tras quedarse con todos sus ahorros). Ese hecho lo obligó a salir de gira otra vez a pesar de que había elegido irse a vivir recluido como un monje.
Los numerosos conciertos que dio entre 2008 y 2013 dejaron en el cantante múltiples problemas físicos, fracturas y dolor crónico. Esos sufrimientos, tan alejados de su búsqueda, parecen reflejarse en el verso: “Luché con algunos demonios. Eran de clase media y dóciles”.
En la canción, Cohen saluda a un Dios que desatendió sus plegarias, al decir, durante dos fragmentos: “un millón de velas ardiendo por la ayuda que nunca vino” y “un millón de velas ardiendo por el amor que nunca llegó”. En ambos casos, cierra la estrofa con su repetido “lo querías más oscuro, apagamos la flama”.
Como estribillo, usa la frase “Hileini hileini, estoy listo mi Señor”. Hileini es un concepto hebreo asociado con estar preparado ante lo eventual. Lo cual, en este caso podría ser la muerte.
En sus dos últimos álbumes, estos grandes artistas no le cantaron a la luz al final del camino. Más bien honraron a la oscuridad. Tal vez porque en ella la enfermedad, el dolor o la depresión podía ser mejor representada. O quizá porque en esa oscuridad resultó más fácil guardar un secreto antes de dejar un enorme legado.
Fuente: https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=100305