Además de las ventajas contrastadas de la leche materna como alimento, el acto de amamantar puede evitar malformaciones en la boca y la dentición del bebé.
por Maitena Urberuaga Erce, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
La lactancia materna es un acto con mucha carga emocional: favorece el vínculo afectivo entre madre e hijo, lo que beneficia a ambos. Cuando el bebé es amamantado con dedicación, estará tranquilo, seguro y feliz.
Todo son ventajas: la leche materna es el alimento ideal durante los primeros seis meses de vida. Eficaz y barato, tiene la temperatura adecuada, carece de gérmenes y siempre está disponible. Sus propiedades nutritivas e inmunológicas evitan enfermedades infecciosas durante los primeros años de vida, lo que disminuye la mortalidad infantil.
Pero es que, además, como vamos a ver, el amamantamiento favorece el correcto desarrollo de los huesos y los músculos en la boca de los bebés.
Un engranaje perfecto
Hablamos de una función fisiológica compleja, pero muy bien engranada neurológicamente. La lactancia reparte estímulos a los labios, la lengua, las fosas nasales, los músculos alrededor de la boca y la articulación de la mandíbula con el cráneo. Esta excitación muscular influye en el crecimiento y desarrollo del tercio inferior de la cara, la cavidad oral, las vías nasales y respiratorias, la fonación, la masticación y la deglución.
El instinto o reflejo de succión está con nosotros desde el útero materno. Las ecografías prenatales ya muestran al feto chupándose un dedo: es un reflejo necesario para que se alimente tras el parto.
En brazos de su madre, el recién nacido busca saciar su apetito; si se frustra esta succión, no quedará satisfecho y podrá buscar sustitutos como chuparse el dedo, usar un chupete, meter objetos en la boca, morderse las uñas y chupar el pelo, la lengua o los labios. Estos hábitos mantenidos en el tiempo pueden dar lugar a un crecimiento inadecuado.
Partos adelantados y cabezas más grandes
Las peculiaridades de la lactancia materna son una consecuencia de la evolución, que definió la anatomía de la cabeza humana.
Nuestros antepasados primates bajaron de los árboles y adoptaron una posición erguida, lo que acarreó unos cambios estructurales importantes. El centro de gravedad pasó a estar debajo del pubis y los huesos de la cadera tuvieron que soportar el peso de los órganos abdominales.
De ser un tubo corto y recto, el canal del parto evolucionó para formar un ángulo entre la cavidad abdominal y la vagina. Y, a su vez, el cerebro aumentó de tamaño para realizar funciones más complicadas. El resultado fue una cabeza humana más grande y un canal más dificultoso para avanzar en el parto.
¿Cómo solucionó la evolución la diferencia entre un canal acodado y una cabeza de mayor tamaño? El nacimiento se adelanta: el feto sale al mundo cuando respira y deglute por sí solo, y completa su maduración el primer año de vida. A su vez, la posición más retrasada de la mandíbula con respecto al maxilar superior, entre 6-12 milímetros, contribuye a facilitar el alumbramiento.
¿Cómo se produce el amamantamiento?
En una primera fase, el bebé prende el pezón y la areola mamaria entre el dorso de la lengua y el paladar duro (en la parte delantera, junto a los dientes). Cierra herméticamente los labios y su mandíbula desciende un poco, lo que forma un vacío en la parte anterior de la boca. La lengua y el paladar blando (en la parte posterior) cierran la entrada de las vías respiratoria y digestiva.
En una segunda fase, la mandíbula se adelanta. Este avance natural coloca las encías inferiores y superiores a la misma altura. Para sacar la leche de la mama, el niño presiona la mandíbula contra el pezón, lo exprime y lo frota de delante hacia atrás. El pezón se alarga y alcanza la unión del paladar duro y el blando. Entonces, la lengua adopta la forma de cuchara sopera y se eleva la parte anterior. La leche se desliza hasta el paladar blando.
Finalmente, se inicia el reflejo de la deglución, controlado por un cartílago que cierra la vía respiratoria. El bebé succiona, deglute y respira por la nariz con una perfecta sincronización. Es un ejercicio agotador: muchas veces, el lactante no acaba su toma, quedándose dormido para recuperarse del esfuerzo realizado.
¿Y qué ocurre en la lactancia artificial?
El niño alimentado con biberón no cierra los labios con la misma fuerza. Forman una “O” y no se crea el vacío bucal. La lengua queda aplastada por la tetina en la parte más baja de la boca; esta no se levanta para tocar el paladar. Puede moverse hacia delante para regular el flujo de leche, pero se mantiene plana. No hay movimientos peristálticos; la mandíbula no avanza. Para deglutir, el bebé separa los labios, suelta la tetina y respira por la boca.
En la alimentación artificial trabajan solo los músculos buccinadores, los que utilizamos para soplar. Esto impide que el maxilar superior se ensanche, lo cual deja poco espacio para dientes y lengua. El resto de la musculatura apenas se tonifica y prevalece la respiración oral, circunstancia desfavorable para el crecimiento adecuado de huesos y musculatura facial.
La lactancia artificial y los hábitos de succión no nutritiva elevan a un 50 % el riesgo de desarrollar una maloclusión (cuando los dientes superiores no encajan adecuadamente en la mordida con los inferiores), dificultando el desarrollo armónico de los arcos dentarios.
Pueden producirse mordidas cruzadas; mordidas abiertas en la parte anterior de la boca, con la lengua siempre en entre los dientes superiores e inferiores; apiñamiento de los dientes… Además, algunos niños y niñas desarrollan hipotonía labial, es decir, no cierran del todo la boca porque no saben ni pueden respirar por la nariz.
En suma, se puede decir que la lactancia materna, además de proporcionar beneficios nutritivos, inmunológicos y emocionales, es el primer aparato de ortodoncia. El avance natural de la mandíbula mejora la relación entre los huesos maxilares, y la lengua se ejercita para adoptar una posición correcta. Esto previene del desarrollo de maloclusiones y la consecuente falta de espacio futura para los dientes.
El amamantamiento es fundamental para instaurar una respiración nasal efectiva, con el consiguiente buen desarrollo de los músculos y la deglución. Así evitaremos tratamientos posteriores de ortodoncia, cirugía, logopedia, psicología, etc.
Fuente: https://theconversation.com/lactancia-materna-el-primer-aparato-de-ortodoncia-184167