por Ángel Policarpo Chacón – Universidad Autónoma del Estado de México, México


Resumen: En este artículo se expone el proceso de conocimiento de Tales de Mileto a Aristóteles y se destaca cómo surgió el interés de los filósofos por saber cómo los sujetos perciben la realidad, cómo es que llegan al conocimiento de ésta y cómo la percepción, que es generada por los sentidos, proporciona la primera información que no siempre es verdadera; así también se expone cómo la Naturaleza se convirtió en el primer objeto de reflexión del hombre y, de estas reflexiones, surgieron las primeras aportaciones acerca del origen y las causas de los fenómenos. También se destacan algunos planteamientos con respecto a la Gnoseología, que ha servido de base para sustentar las corrientes Epistemológicas referidas al conocimiento teórico.

Palabras clave: naturaleza, conocimiento, sensación, pensamiento, razón.

Abstract: The genesis of knowledge: from sensation to reason. This article describes the process of knowledge of ftales to Aristotle is exposed and highlights how the interest of philosophers came to know how subjects perceive reality, how to come to the knowledge of this and how perception, which is generated by the way, it provides the first information that is not always true; and also it exposed how Nature became the first object of reflection of man and, of these reflections, the first contributions arose about the origin and causes of the phenomena. It also highlights some approaches regarding the Gnoseología, which served as the basis to sustain the current Epistemological referring to theoretical knowledge.

Keywords: nature, knowledge, thought, reason, understanding.

Introducción

Los sistemas filosóficos antiguos admitieron un principio corporal, considerando al agua, el aire y el fuego y las cosas análogas como el origen de la Vida y del Universo y, a partir de estos principios empezaron a indagarse las causas de los fenómenos. Muchos teóricos afirman que la Filosofía nació en Grecia con Tales y, con Aristóteles se sistematizó y organizó como un conglomerado de saberes de esa época.

Los griegos, a partir de los filósofos de la Naturaleza (Tales, Anaximandro y Anaxímenes), marcaron la pauta de la Filosofía al independizarla de la religión e iniciar, así, una nueva forma de conocimiento en la que el objeto del pensamiento apareció como aquello que realmente es, es decir, en sus cualidades esenciales. Los filósofos, desde Tales hasta Aristóteles, se refirieron al principio de todas las cosas y, de alguna manera, coincidieron en sus principios, sobre todo, quienes se refirieron a las causas materiales; otros más trascendieron a indagar las causas en cuanto a la forma y a la esencia y, aunque no precisaron claramente su pensamiento, éste sirvió de base para los filósofos posteriores a ellos.

Puede decirse que, en la Filosofía clásica, a partir de Tales, se trató de la Gnoseología y, con Sócrates, Platón y Aristóteles, empezaron las reflexiones epistemológicas. Por ejemplo: Sócrates fue uno de los primeros filósofos que reflexionó acerca del conocimiento desde la Ética; en cambio, Platón abordó el conocimiento como problema filosófico; consideró a la Episteme como conocimiento lógico, racional y filosófico y a la Doxa como conocimiento común y vulgar. Por su parte, Aristóteles ya pensó en el conocimiento y diferenció a la Filosofía de la Ciencia.

Así empezó una de las grandes preocupaciones de los filósofos que fue el conocimiento, lo cual implicó que, desde la antigüedad, se plantearon las interrogantes ¿Qué es el conocimiento? ¿En qué se fundamenta? ¿Cuál es su forma y su esencia? Por naturaleza, dice Aristóteles, todos los hombres tienen el deseo de saber. Por lo dicho anteriormente, el propósito de este artículo es explicar cómo se generó el conocimiento en el hombre a partir de las aportaciones de los filósofos griegos, desde Tales de Mileto hasta Aristóteles, destacando tres periodos importantes, el primero que trata de los presocráticos, el segundo los sofistas y Sócrates y el tercero Platón y Aristóteles.

Los presocráticos

Puede decirse que la Filosofía se generó a partir del pensamiento abstracto, el cual tuvo sus inicios con las primeras reflexiones sobre la Naturaleza del Mundo físico, dichas reflexiones empezaron a vulnerar las creencias mitológicas y divinas que se habían dado con respecto al origen del Universo que, hasta esos momentos, eran las más conocidas. A partir de Tales, Anaximandro y Anaxímenes, empezaron a plantearse explicaciones racionales acerca del origen de la Vida y del Mundo. Así, Tales de Mileto, generó su planteamiento racional a partir del agua, con él empezó a gestarse un incipiente sistema filosófico, además, puede entenderse que, con él, empezó la historia de la Filosofía al afirmar que todas las cosas contenían humedad, y que, por tanto, el agua era el principio de todas las cosas y el principio de toda realidad;

…de esta manera, en Tales de Mileto la filosofía da por vez primera una interpretación unitaria y al mismo tiempo dinámica del ser: sin dejar de reconocer la multiplicidad y variedad de las cosas, las reduce a cierta unidad, mediante el concepto de ‘principio’. (Perea, 1994: 47).

La preocupación de Tales fue preguntarse si existía alguna materia de la cual todas las cosas estuvieran hechas y su conclusión fue que esa materia era el agua; este tipo de preocupaciones establecieron las bases de un pensar filosófico, al margen de las explicaciones míticas o divinas, …con ello cobra conciencia de que la esencia, lo verdadero, lo uno, es lo único que es en y para sí […] no se toma al agua sensible en su particularidad frente a las demás cosas naturales, sino que se la concibe como un pensamiento en que todas las otras cosas naturales se contienen y se disuelven. (Hegel, 1981: 164).

La tesis de Tales cobró sentido en la Filosofía al considerar que, en este pensamiento, lo absoluto y lo finito no se conciben como algo separado, la esencia se determina como algo real, por tanto, lo absoluto es considerado como unidad del pensamiento y del ser. Sigue diciendo Hegel (1981) que “…la tesis de Tales es filosofía de la naturaleza, puesto que la esencia general se determina como algo real y, por tanto, lo absoluto como unidad del pensamiento y del ser (164).

Mientras que Tales de Mileto buscó la sustancia fundamental del Universo en el plano de los datos físicos, a diferencia de él, Pitágoras buscó la esencia de las cosas en el número. Con este pensador se cambió el sentido físico por el pensamiento abstracto, esto significa que el número no es algo sensible, ni tampoco el pensamiento puro, sino que es un sensible no sensible. Si bien el número no puede verse ni oírse, sólo puede ser pensado; al referirse al Ser, Pitágoras sostuvo que éste existe en imitación de los números; esta manera de pensar fue recuperada posteriormente por Platón. Como puede notarse, ambos filósofos coincidieron con esta manera de pensar.

El pensamiento de Pitágoras se dividió en dos aspectos que son: el mítico y el científico; en el aspecto mítico creyó en la inmortalidad y en la transmigración del alma, pensamiento que fue recuperado, posteriormente, por Platón y, en el aspecto científico, se interesó tanto por la forma o estructura del Mundo, como por su principio material. Considerando, así, que la esencia permanente del Universo se encuentra en los principios matemáticos, fundamentalmente en los números. Esto significa que, para Pitágoras, el número es la esencia de todas las cosas, porque el número ocupa un lugar intermedio entre la percepción sensible y las ideas.

Pitágoras llegó a pensar que el origen del Cosmos estaba en el número, es decir, el número era el principio material de las cosas, lo cual significa que las cosas se componen de un número definido de unidades conocidos como –átomos–. Para él, la realidad de la esencia absoluta se encuentra en la especulación, por encima de la realidad sensible proclamada por el pensamiento.

En la historia de la Filosofía sobresalen también las aportaciones de Parménides, quien le dio un movimiento dialéctico al pensamiento, es decir, a diferencia de los dos anteriores, se desprendió de la forma sensible y de la forma del número y planteó, por primera vez, la relación entre la realidad y la razón. Esto quiere decir que el pensamiento se convirtió en libre y para sí; Parménides empezó a hablar específicamente del conocimiento y, al respecto, señala que el único camino para llegar a éste es la razón y el Ser, considerando a éste último como inmutable, eterno, indivisible, homogéneo e inmóvil y que, además, no tiene principio ni fin, es decir, para este pensador, el Ser no puede originarse del no Ser, además, éste ni surge ni desaparece.

Según el planteamiento de Parménides, el pensamiento lógico y racional se guía por el principio de identidad que sirve para descubrir qué es lo que es en realidad es una cosa. Con este pensamiento sustentó la tesis siguiente: las cosas fuera de mí, el ser fuera de mí, es exactamente idéntico a mi pensamiento del ser. Esto quiere decir que, el Ser y el pensar son una y la misma cosa, lo cual significa que toda teoría del Ser implica una teoría del conocer. (Laercio, 2003: 308).

Según Hegel, con Parménides comenzó, en rigor, la verdadera Filosofía, pues apareció un hombre que se liberó de todas las opiniones y representaciones que niega todo valor de verdad, al afirmar que sólo el Ser es lo verdadero. (Hegel, 1980: 1). En este pensamiento se da la unidad dialéctica a través de las contradicciones. Para Parménides existen dos formas de conocimiento: una con base en los datos de los sentidos y la otra con base en la razón. La primera no constituye un verdadero conocimiento, pues su falsedad procede de la aceptación del no Ser, que es la fuente de todas las contradicciones. El verdadero conocimiento proviene de la razón, ya que tiene su base en el Ser y, por tanto, rechaza toda contradicción. Si el Ser es inmutable, el verdadero conocimiento también lo es; además, sostiene que la verdad no puede estar sometida a la relatividad de lo sensible.

En la historia del conocimiento, destaca también Heráclito, a quien puede considerársele como el primer filósofo que inició con la crítica al conocimiento existente de su época y no sólo la criticó, sino que, a través de ella, transformó el conocimiento. En este sentido, mientras que los filósofos anteriormente señalados, a excepción de Parménides, quienes encontraron en algún elemento de la Naturaleza la esencia de las cosas, Heráclito, citado por García (1980) dice que ninguna de esas afirmaciones tiene razón, ya que si “…examinamos verdaderamente, con ojos imparciales, las cosas que se tienen ante nosotros, hallamos en ellas todos esos; y sobre todo, que las cosas que se tienen no son nunca, en ningún momento, lo que son en el momento anterior y en el momento posterior; que las cosas están constantemente cambiando…” (57).

Este pensamiento lo expuso metafóricamente, cuando dijo que las cosas son como las gotas de agua en los ríos, que pasan y no vuelven nunca más; por esta razón nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Por tanto, las cosas no son, sino que devienen. Nada existe, pues las cosas sólo existen un instante, ya que en el instante siguiente las cosas son otras.

Dentro de las aportaciones de Heráclito al conocimiento puede señalarse que fue uno de los primeros filósofos que le dio especial importancia a la conciencia, al señalar que el entendimiento no es otra cosa que la interpretación o, dicho de otra manera, el modo de la ordenación del todo. Por esta razón, en la media en la que un sujeto participa de su conocimiento, está en el camino de la búsqueda de la verdad; en cambio cuando sólo se sabe lo propio y peculiar, se está en el error. “Sólo la conciencia en cuanto conciencia de lo general es la conciencia de la verdad; en cambio, la conciencia de lo individual y la conducta individual, la originalidad como peculiaridad del contenido o de la forma, es falso y lo malo.” (Hegel, 1981: 274).

El conocimiento sensible es posible si se sabe ver y oír bien, ya que los ojos y los oídos son los instrumentos del conocimiento, no obstante, entre estos dos órganos de los sentidos, los ojos son los instrumentos más exactos, pues a través de ellos se obtiene el conocimiento por vía directa, en cambio por los oídos se obtiene en forma indirecta. A través de los ojos, el hombre conoce directamente lo que las cosas son, en cambio por los oídos se conocen las cosas por medio de lo que otros dicen que han visto. Sin embargo, es importante considera que, en el conocimiento sensible, no se encierra verdad alguna, ya que todo lo que es fluye, pues todos los objetos sensibles están en flujo o en cambio perpetuo. Según Aristóteles, para Heráclito todo lo sensible fluye, razón por la cual no puede haber una Ciencia de lo sensible; de esta convicción nació la teoría de las ideas. (Hegel, 1981: 194).

Los Sofistas y Sócrates

Para el Siglo V a. de C., las explicaciones teóricas de los presocráticos acerca del Mundo y de la Vida no satisficieron a los nuevos pensadores; el conocimiento existente hasta esa época se miraba con cierto escepticismo. Fue a partir de ese Siglo cuando el pensamiento cambió de dirección y se centró en el Hombre; esta nueva dirección se manifestó por lo menos en dos formas: la primera fue la aparición, en los sofistas, del subjetivismo y del relativismo; la segunda se manifestó en que las discusiones, tanto para éstos como para Sócrates, eran cuestiones de Ética y, a partir de ella, se generaron las discusiones acerca del conocimiento.

A diferencia de los pensadores de las escuelas filosóficas anteriores que trataron de explicar el origen del Universo a través de la naturaleza física de las cosas, con los sofistas se cambió el rumbo de la Filosofía, pues éstos reflexionaron en torno al hombre mismo. No obstante, en lo que respecta al conocimiento, siguieron conservando el pensamiento de los filósofos anteriores, al considerar que la percepción de los sentidos es la fuente exclusiva del conocimiento y consideraron a la verdad como particular, válida para un tiempo y un lugar determinados.

Los sofistas le dieron una especial importancia al pensamiento, pero sólo como manifestación subjetiva, considerando a lo absoluto como sujeto; además, hablaron de conciencia, aunque anteriormente ya lo había hecho Heráclito, pues los pensadores anteriores a ellos hablaron sólo de pensamientos generados por la reflexión de lo absoluto y, así, el hombre pasó a formar parte de la totalidad de lo objetivo. Puede decirse que, con los sofistas, el pensamiento adquirió conciencia de sí mismo como la esencia absoluta.

Con los sofistas empezó el raciocinar y el reflexionar sobre lo existente. El pensamiento, que es independiente y tiene en sí la determinación, se revela tan incompatible con la forma política de Grecia como con la religión bella […] Los sofistas fueron los hombres cultos de la Grecia de entonces y los propagadores de la cultura; los sofistas no fueron sabios ni hombres científicos sino los maestros cultos del manejo del pensamiento, pues ellos probaban lo que afirmaban, es decir, los sofistas tenían respuesta para toda pregunta de carácter política o religiosa, su ulterior desarrollo consistió en probarlo todo (Hegel, 1982: 483- 484).

La cultura se convirtió en el fin de las enseñanzas de los sofistas, estas enseñanzas tenían como propósito iniciar a los hombres en la sabiduría de ciencias como las Matemáticas o la música. Esta misión de los sofistas se convirtió en un oficio, pero, a su vez, en un negocio, pues suplantaron a las escuelas y se convirtieron en los educadores e instructores de la juventud griega. “Por eso la enseñanza de los sofistas versaba fundamentalmente, en torno a lo que era el poder en el mundo; y como sólo la filosofía sabe que este poder es el pensamiento general, en el que disuelve y esfuma todo lo particular, los sofistas eran también filósofos especulativos (Hegel, 1981: 13).

En sus enseñanzas, Los sofistas, trataban de infundir en el hombre una conciencia moral, de tal forma que se acomodasen a las leyes y se dieran por satisfechos en su sometimiento. No obstante, al tomar sentido la reflexión en el hombre, a éste ya no le bastaba solamente con someterse y obedecer las leyes, sino, por medio de la reflexión, se propuso encontrar satisfacción dentro de sí mismo, es decir, mover los poderes que viven dentro del hombre. Sin embargo, para ellos, la Filosofía constituyó la cultura general, a la que debería de acceder todo hombre. Dice Hegel (1981) refiriéndose a los sofistas: por su cultura formal, se mueven dentro del campo de la filosofía; en cambio, por su reflexión se hallan, en realidad, al margen de él. El vínculo que los une a la filosofía es el hecho de que no se detienen en el razonamiento concreto, sino que se remontan, por lo menos en parte, hasta las últimas determinaciones. (p. 27).

Para los sofistas, el conocimiento sensible es, simplemente, el conocimiento; la verdad o falsedad no pueden existir como absolutos, más bien, están sometidos a la relatividad de la sensación y que la razón parte de los datos sensibles para realizar las operaciones del pensamiento; esto significa que, para ellos, no tiene sentido hablar de un conocimiento racional, como si fuera algo distinto y aún opuesto al conocimiento sensible. Así lo afirmaba Protágoras al señalar que nada es bueno o malo, verdadero o falso y que cada persona es, por tanto, su propia autoridad última; esta creencia se resume en su frase: “El hombre es la medida de todas las cosas”, en la que encierra la esencia de la filosofía de los sofistas y que significa que, el hombre es la medida de la verdad o de la falsedad.

Por su parte Gorgias, otro de los destacados sofistas sostuvo que nada existe y aunque si algo existiera sería inaprensible para el hombre y que aun cuando fuera cognoscible, no podría ser comunicado ni explicado a otros. Para Gorgias, las palabras y la realidad no guardan una correspondencia; porque, con las palabras, no se expresa la realidad, sólo las experiencias subjetivas. La realidad, en definitiva, no es ni cognoscible ni comunicable, es decir, niega cualquier tipo de verdad objetiva.

Con respecto al pensamiento socrático, aunque él compartió la tradición pitagórica, reemplazó el concepto de número por el de las Ideas. Advirtió, para la vida del hombre, un fin y un camino que se alcanza con la virtud como práctica y con la sabiduría como medio, pero esta noble esencia humana sólo es posible lograrla a través de la educación, pues solamente la educación lleva al conocimiento (Villalpando, 1988: 24).

Sócrates concibió a la virtud como conocimiento; a lo que Aristóteles le hizo una crítica al señalar que él había hablado de las virtudes mejor que Pitágoras, pero tampoco de un modo totalmente certero, ya que convirtió a las virtudes en un saber, lo cual es imposible, porque todo saber lleva aparejada una razón, y ésta sólo puede encontrarse en el pensamiento. Por eso, Sócrates sitúa todas las virtudes en la parte racional del alma y esto le llevó a prescindir de la parte irracional de ella, es decir, de la inclinación y de la moral, las cuales, sin embargo, forman también parte de la virtud. (Hegel, 2002: 65).

Puede decirse que, con Sócrates, aparece el saber; con él ya no existe la preocupación de saber que es la Naturaleza, sino qué es la verdad. La esencia ahora …se determina, no como el ser en sí, sino como lo que es en el conocimiento. Vemos, pues, cómo aparece el problema de la relación entre el pensamiento consciente de sí mismo y la esencia y cómo este problema se convierte en el más importante de todos (Hegel, 2002: 102).

Sócrates relaciona la verdad de lo objetivo con el pensamiento del sujeto, no obstante, ese pensamiento está en el mismo sentido en el que Protágoras afirmó que lo objetivo sólo existe a través de la relación con nosotros.

Platón y Aristóteles

Puede decirse que, con Platón, la Filosofía empezó a desarrollarse como tal y, con Aristóteles, la Filosofía empezó a tomar forma, lo cual quiere decir que, el pensamiento socrático empezó a adquirir rasgos de cientificidad a partir de Platón y llegó a su cúspide con Aristóteles. Nadie tiene más derecho que estos dos pensadores a llamarse maestros del género humano. (Hegel, 2002: 135).

Platón, junto con Aristóteles, representan la cumbre del pensamiento griego. Platón recuperó parte del pensamiento de Parménides y del pensamiento de Sócrates. De la ontología de Parménides recuperó la razón y el pensamiento como método para descubrir quién es el Ser, la aportación de que el Ser y el pensar son lo mismo; de él recuperó, también, la teoría de los dos mundos: el sensible y el inteligible; compartió, asimismo, el pensamiento de Heráclito, sobretodo las ideas del cambio constante, ya que fue éste el primero en dar definiciones, pero ellas no se refirieron a los seres sensibles, ya que, a éstos, no se les puede definir, porque están en constante movimiento. A los seres que se les define les llamó Ideas.

Platón compartió también el pensamiento matemático de los pitagóricos, al señalar que, entre los objetos sensibles y las ideas, existen seres intermedios llamados seres matemáticos, distintos de los objetos sensibles, por ser eternos e inmóviles y, además, distintos de las ideas, ya que muchos de ellos son semejantes, en cambio cada idea es única en su especie.

Platón está de acuerdo con los pitagóricos, así como lo está también en la de ser los números causas de la esencia de los otros seres. Pero reemplaza por una díada el infinito considerado como uno, y construir el infinito de lo grande y de lo pequeño, he aquí lo que le es peculiar. Además, coloca los números fuera de los objetos sensibles, mientras que los pitagóricos pretenden que los números son los objetos mismos, y no admiten los seres matemáticos como intermedios. (Aristóteles, 2001: 39).

Según Platón, la unidad y los números están fuera de las cosas, se apoyó en dos causas que son: la esencia y la materia, planteó que las ideas son las causas de la esencia de los demás objetos y que la unidad es la causa de las ideas; además, pensó que una sustancia es aquella a la que se le aplican las ideas para construir seres sensibles y que la unidad sirve para construir ideas. Platón compartió el pensamiento de los pitagóricos al aceptar que el Ser y la unidad son ellos mismos: la unidad en sí y el Ser en sí.

Sin duda alguna, Platón recuperó el pensamiento de su maestro Sócrates; en su teoría de las ideas, sostiene que los objetos del Mundo real son meras sombras de las formas eternas o ideas y que las únicas e inmutables ideas, las formas eternas, pueden ser objeto del conocimiento verdadero; la percepción de sus sombras, es decir, el Mundo tal y como se oye, ve y siente, es una simple opinión. La meta del filósofo, decía, es conocer las formas eternas e instruir a los demás en este conocimiento.

Platón, siguiendo a su maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas dando por establecida la existencia de un mundo de formas o ideas, invariables e invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Mantenía que las cosas que el hombre ve y palpa son copias imperfectas de las formas puras estudiadas en Matemáticas y Filosofía. Por consiguiente, sólo el razonamiento abstracto de esas disciplinas proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones vagas e inconsistentes.

Sostenía que tanto los objetos materiales percibidos, como el individuo que los percibe, están en constante cambio; pero como el conocimiento se relaciona tan sólo con los objetos inmutables y universales, el conocimiento y la percepción son diferentes en esencia.

La esencia de la teoría de las ideas ha de buscarse, por tanto, en la concepción de que lo verdadero no es lo que existe para nuestros sentidos, sino que el verdadero y único ser del mundo está en lo determinado de suyo, en lo general en y para sí: el mundo intelectual es, por tanto, lo verdadero, lo digno de ser conocido, lo eterno, lo divino en y para sí. (Hegel, 2002: 160).

Platón estuvo convencido que el conocimiento puede alcanzarse, ya que el conocimiento debe ser certero e infalible, además, debe tener como objeto lo que es en verdad real, porque lo que es real tiene que ser fijo, permanente e inmutable, no obstante, lo real lo consideraba como lo ideal; lo cual se opone al mundo físico, por tanto, rechazó el pensamiento de los filósofos que afirman que todo conocimiento se deriva de la experiencia.

Según Platón, es el conocimiento una participación en las Ideas, las que concebía como los seres reales, y exactamente como tanto el desarrollo de los seres sensibles cuanto la posibilidad de conocerlos dependen del Sol, fuente a la vez del calor con que se desarrollan y de la luz en que se los ve, también el Ser y el conocimiento se derivan ambos de un principio común –un Sol inteligible–, por decirlo así. (Wahl, 1999: 47).

Platón distinguió dos formas de conocimiento: el sensible (doxa) y el inteligible (episteme). El mundo sensible es el mundo de la opinión (doxa) y el mundo inteligible el dominio de la Ciencia (episteme). El verdadero conocimiento es el que está representado por la episteme, porque es el único conocimiento que versa sobre el Ser y, por tanto, es infalible. El verdadero conocimiento es el conocimiento de las Ideas, porque las ideas son las causas directas de la existencia de todas las cosas; esto significa que la verdadera realidad son las ideas, a las que les llamó formas; a través de las ideas, las cosas existen materialmente y, a través de ellas, pueden conocerse; de aquí parte su concepción que conocer es recordar.

En el diálogo de la República, Platón dice que “…la opinión no es sino la facultad, que reside en nosotros, de juzgar por la apariencia.” (Platón, 2001b: p. 128) y, en el Menón, considera que la opinión no es ni inferior a la Ciencia ni menos útil con relación a las acciones y, en este concepto, el que tiene una opinión verdadera no cede en nada al que tiene la Ciencia. (Platón, 2001a: 318).

En el Teeteto, Platón hace una crítica a las explicaciones del conocimiento dadas por Protágoras, niega que el conocimiento pueda identificarse con la percepción sensible, ya que la verdad se expresa en el juicio y no en la sensación. Además, niega que el conocimiento pueda identificarse con el juicio verdadero, porque de ser así, se formularían juicios verdaderos con base en datos falsos.

No obstante, Platón está de acuerdo con Protágoras en que el conocimiento sensible es relativo; pero no admite que sea la única forma de conocimiento. Está de acuerdo también con Parménides en que existe otra forma de conocimiento que es propia de la razón; coincide también con este último que el verdadero conocimiento ha de versar sobre el Ser, no sobre el devenir y que, además, no puede estar sometido a error, es decir, ha de ser infalible.

El mundo sensible es el mundo de la apariencia y el mundo inteligible es el mundo de las ideas y es este último el que constituye la verdadera realidad, el Ser de lo real, las esencias de todo lo existente, no perceptibles por el entendimiento humano. Por tanto, al conocimiento verdadero sólo se accede a través de la razón y del entendimiento y no de la sensación; las cosas no se aprehenden por medio de la experiencia sensible, sino mediante el ejercicio de la razón.

En este mismo sentido, afirma Platón (2001a) que:

…las opiniones verdaderas, mientras subsisten firmes, son una buena cosa, y producen toda clase de beneficios. Pero son de suyo poco subsistentes y se escapan del alma del hombre; de suerte que no son de gran precio, a menos que no se la fije por el conocimiento razonado en la relación de causa a efecto. Esto es, mi querido Menón, lo que antes llamábamos reminiscencia. Estas opiniones, así ligadas, se hacen, por lo pronto, conocimiento, y adquieren, después, estabilidad. He aquí por dónde la ciencia es más preciosa que la opinión, y cómo difiere de ella por este encadenamiento. (p. 318).

Según Platón, la Ciencia, en sí, tiene por objeto todo aquello que puede o debe ser conocido. Sin embargo, la Ciencia no reside en las sensaciones, sino en el razonamiento sobre ellas, puesto que, sólo por el razonamiento, puede descubrirse la Ciencia y la verdad y es imposible conseguirlo por otro rumbo. En este sentido, poner “…estas ciencias en otras manos es lo que llamamos enseñar; recibirlas, es aprender. Tenerlas, en tanto que se está en posesión de ellas…” (Platón, 2001a: 478).

El punto más elevado del saber es el conocimiento, porque tiene su base en la razón, no en la experiencia. Cuando la razón se utiliza correctamente conduce a ideas que son ciertas, por tanto, los objetos que se derivan de estas ideas racionales son universales, verdaderas que constituyen el mundo real. La teoría del conocimiento de Platón se desarrolla en sus diálogos, por ejemplo, en el Mito de la Caverna, simboliza el mundo físico de las apariencias; en el Protágoras hace una defensa de la tesis que la virtud es conocimiento y que es posible aprehenderlo; en el Menón presenta una discusión acerca de la naturaleza del conocimiento y, en el Teeteto, niega que el conocimiento tenga que ser identificado con el sentido de percepción.

Aunque Platón sólo consideró como verdadera realidad lo sensorial y pensó que tanto lo general como la esencia sólo se revela como una cualidad del pensamiento y del entendimiento consideró que las ideas son necesarias para la razón. Al respecto dice:

Las ideas no están directamente en la conciencia, sino en el conocimiento, y sólo son intuiciones inmediatas en cuanto conocimiento compendiado como resultado de su sencillez; o bien la intuición inmediata es solamente el momento de su sencillez, Por consiguiente, las ideas no tienen, sino que son producidas por el conocer en el espíritu: el entusiasmo es su primera creación informe, pero es el conocimiento el que se encarga de alumbrarlas bajo una forma plasmada y racional; y por ello son reales, pues sólo ellas son el ser. (Hegel, 2002: 162).

La sabiduría se encuentra en el interior del hombre y quien la posee es capaz de formarse juicios sobre ella, porque

… sólo el sabio se conocerá a sí mismo, y estará en posición de juzgar de lo que sabe y de lo que no sabe. En igual forma, sólo el sabio es capaz de reconocer, respecto a los demás, lo que cada uno sabe creyendo saberlo, como igualmente lo que cada un cree saber, no sabiéndolo. Ningún otro puede hacer otro tanto. En una palabra, ser sabio, la sabiduría, el conocimiento de sí mismo, todo se reduce a saber lo que se sabe y lo que no se sabe. (Platón, 2001a: 119).

La virtud del sabio es conocer lo que se sabe y lo que no se sabe, es decir, es el uso de la razón, por este motivo, cuando la razón se apodera del alma, es hasta entonces cuando puede hablarse de sabiduría. “La sabiduría es una de las cosas más bellas del mundo, y como Eros ama lo que es bello, es preciso concluir que Eros es amante de la sabiduría, es decir, filósofo; y como tal se halla en un medio entre el sabio y el ignorante.” (Platón, 2001a: 522).

Por su parte, Aristóteles, discípulo de Platón, advierte que todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber y ellos reciben de la Naturaleza la facultad de conocer por medio de los sentidos, este conocimiento originado por los sentidos produce la memoria y de ésta proviene la experiencia, esto significa que el hombre que más recuerdos tenga, acumula más experiencia, ya que muchos recuerdos de una misma cosa constituyen una experiencia. “La experiencia, al parecer, se asimila casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia progresan la ciencia y el arte.” (Aristóteles, 2001: 25).

Aristóteles afirma que el hombre conoce por medio de los sentidos, es decir, todo conocimiento comienza en los sentidos; mediante ellos, el hombre, toma contacto con las cosas, no obstante, el conocimiento no se agota en la experiencia; además, pudo distinguir varios niveles o grados de conocimiento que son: el conocimiento sensible, derivado directamente de la sensación, que es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz, desapareciendo con la sensación que lo ha generado. El conocimiento sensible es propio de los animales inferiores. En los animales superiores, este conocimiento sensible, al relacionarse con la memoria sensitiva y con la imaginación, da lugar a un tipo de conocimiento más persistente. Este proceso de conocimiento es el que tiene lugar en el hombre, en el cual se genera la experiencia como resultado de la actividad de la memoria, no obstante, aunque este conocimiento no le permite conocer el por qué y las causas de los objetos conocidos, sí les permite saber que existen, es decir, la experiencia consiste en el conocimiento de las cosas particulares.

Si bien, el conocimiento sensible es el punto de partida de todo conocimiento que culmina en el saber; para Aristóteles el saber contemplativo o teórico es la forma de conocimiento más elevado que conduce a la sabiduría y, en este proceso, el nivel más elevado de conocimiento es aquel que está representado por la actividad del entendimiento, que da lugar al verdadero conocimiento que consiste en el conocimiento de las sustancias por sus causas y principios. El conocimiento es el saber de las cosas, es decir, se tiene conocimiento de las cosas cuando se sabe en qué consisten éste. Conocer un objeto es conocer su unidad, su identidad y su carácter general.

Aristóteles distinguió al hombre de los demás seres vivos por medio del pensamiento y, en esta distinción, privilegió al conocimiento como una cualidad exclusiva del hombre. En este proceso, la sensación fue considerada como el origen del conocimiento, pues el mundo sensible es el único existente, compuesto de materia y forma. En la materia se encuentra la esencia de la cual se origina el conocimiento. Según él, la cosa también está compuesta de materia y forma; la materia es aquello de lo que está hecha la cosa y la forma lo que es. Mientras que la sensación requiere de la presencia del objeto sensible, porque los sentidos sólo captan las formas sensibles de las substancias concretas, es decir, captan lo individual; el pensamiento en cambio, capta la esencia, que es lo que de universal hay en lo particular.

A través de los sentidos se capta la realidad de una sustancia, posteriormente se construye la imagen sensible que contiene tanto elementos materiales y sensibles de la sustancia como elementos formales. Para Aristóteles, la forma se encuentra en la sustancia y, por tanto, el Mundo que vemos, percibimos y experimentamos es el único existente, es decir, es el mundo sensible, del cual forman parte todas las sustancias individuales que se conocen y que son compuestas de materia y forma.

Aun cuando Aristóteles fue discípulo de Platón, no estuvo de acuerdo con la teoría de las ideas planteadas por aquél porque esa teoría no explica la realidad, el movimiento y el cambio de los seres, tampoco explica las causas de ellos, porque las ideas son eternas e inmóviles. Puede decirse que Aristóteles cambió el rumbo de la Filosofía al oponerse al pensamiento de Platón y al desarrollar una concepción distinta, donde la esencia o sustancia de las cosas tienen materia y forma, estableciendo relaciones de causa y efecto entre las cosas. Del principio siguiente: “No hay efecto sin causa,” se construyó toda la Ciencia. Aristóteles veía al hombre como una substancia compuesta de materia y forma; para él, el cuerpo es la materia y el alma la forma.

En este sentido, sostuvo que el alma es el principio que da origen a la vida, a la sensación y a la intelección; asimismo definió a Dios como la causa suprema y el motor fundamental del Universo.

La Metafísica de Aristóteles establece la conexión entre concepto y control: el conocimiento de las causas primarias es –como conocimiento de lo universal– el conocimiento más efectivo y cierto, porque regular las causas es regular los efectos. Gracias al concepto universal, el pensamiento alcanza el dominio sobre los casos particulares. […] La idea misma de la lógica formal es un suceso histórico en desarrollo de los instrumentos mentales y físicos para el control y el cálculo universal. (Marcuse, 1964: 65).

Aristóteles, antes que los filósofos idealistas modernos, se refirió al devenir y al movimiento, y señaló que donde hay nacimiento y movimiento hay necesariamente un término, porque ningún movimiento es infinito, todo movimiento tiene un fin, pues lo que deviene, existe antes del devenir o llegar a ser. Al cambio lo consideró como el movimiento, es decir, es el paso de la potencia al acto; el cambio es ordenado, ya que, de una cosa no puede provenir cualquier otra, sino sólo una de aquellas respecto de las cuales se halla en potencia. Aristóteles distinguió cuatro causas del movimiento que son las siguientes: la causa formal en la cual se considera a la forma como causa de algo, en cuanto lo hace ser lo que es; la causa material que considera a la materia como causa de algo, en cuanto es su sustrato indeterminado, co-principio de su Ser; la causa final que considera a la perfección a la que la cosa tiende; y la causa motriz que es en la que desencadena el proceso

Cuando Aristóteles se refiere al Ser, dice que

…el ser tiene muchas significaciones, pero todas se refieren a un principio único. Tal cosa se llama Ser, porque es una esencia; tal otra porque es una modificación de la esencia, porque es la dirección hacia la esencia, o bien es su destrucción, su privación, su cualidad, porque ella la produce, le da nacimiento, está en relación con ella; o bien, finalmente, porque ella es la negación del ser desde alguno de estos puntos de vista o de la esencia misma. En este sentido decimos que el no ser es, que él es el no ser. (Aristóteles, 2001: 81).

Dice Aristóteles que casi todos los filósofos coinciden en decir que los seres y la sustancia están formados de contrarios; no obstante, difieren en la manera de concebir estos contrarios; pues existen algunos que pretenden que una cosa puede ser y no ser y que se pueden concebir, simultáneamente, los contrarios. A lo anterior, Aristóteles fija bien su posición y sostiene que es imposible Ser y no Ser al mismo tiempo

Reflexión final

A partir del interés de los filósofos por saber cómo los sujetos perciben la realidad y cómo es que llegan al conocimiento de ésta y de cómo la percepción, generada por los sentidos, proporciona la primera información que no siempre es verdadera, se dio el origen de la Filosofía y, así, el origen de la Naturaleza se convirtió en el primer objeto de reflexión del hombre y, de estas reflexiones surgieron las primeras aportaciones del origen y las causas de los fenómenos.

Estas primeras reflexiones establecieron las bases para explicar, de manera racional, el origen del Mundo y de la Vida; posteriormente surgieron las preocupaciones de los filósofos por saber qué es el conocimiento, en qué se fundamentaba y cuál era su forma y su esencia, así empezó a cambiarse el pensamiento físico por el abstracto y apareció también la discusión acerca del Ser.

En esta historia, el pensamiento adquirió un carácter dialéctico con Parménides y se estableció una relación entre la realidad y la razón y empezó a adquirir mayor relevancia el pensamiento del hombre, cobrando mayor fuerza la razón como el camino para llegar al conocimiento; empezó también la diferencia entre el conocimiento sensible, proporcionado por los sentidos, y el inteligible proporcionado por la razón.

Por tanto, puede concluirse que los principales planteamientos de los filósofos con respecto a la Gnoseología, como tratado teórico de las distintas formas o modos de apropiación de lo real sirvieron de base a los filósofos de otras épocas para establecer la Epistemología como parte de la Filosofía que estudia las condiciones en las que se realiza la explicación del conocimiento.

Referencias bibliográficas

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García Morente, Manuel (1980). Lecciones preliminares de filosofía. México: Porrúa.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1980). Enciclopedia de las ciencias filosóficas. México: Porrúa.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1982). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Madrid: Alianza Editorial.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1981). Lecciones sobre la historia de la filosofía I. México: FCE.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (2002). Lecciones sobre la historia de la filosofía II. México: FCE.

Laercio, Diógenes (2003). Vida de los filósofos más ilustres. México: Porrúa.

Marcuse, Herbert (1964). El hombre unidimensional. (Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada). México: Joaquín Mortiz.

Perea, F.J. (1994). Manual de filosofía. México: Diana.

Platón (2001a). Diálogos. México: Porrúa.

Platón (2001b). Diálogos. México: Porrúa.

Villalpando, José Manuel (1988). Filosofía de la educación. México: Porrúa.

Wahl, Jean André (1999). Introducción a la filosofía. México: FCE.

Fuente: https://www.redalyc.org/journal/356/35655222002/html/

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