por Celia Arias

La elección de un narrador que encaje con lo que se quiere contar es fundamental. Hace tiempo abundaban las novelas con un narrador omnisciente que iba saltando de cabeza en cabeza dentro de la misma escena. Esa estructura ha ido desapareciendo cada vez más y han ganado terreno los textos en primera persona o los de narrador equisciente; este se realiza con la tercera persona, pero no desde fuera, sino que se identifica con el personaje y solo sabe lo que él conoce o le han contado (por ejemplo, «Harry Potter»).

El problema con algunos tipos de narradores surge cuando los personajes no se pueden meter en la mente de otros y solo suponen lo que sienten o piensan otros, basándose en lo que dicen, en comportamientos o gestos. Muchos escritores lo ven insuficiente para todo lo que quieren contar y se encuentran con la necesidad de dar información que el protagonista nunca podría ver, o bien porque no le conviene al escritor, o bien porque es imposible.

¿Qué pasa entonces cuando la novela te pide mostrar la información desde el punto de vista de diferentes personajes?

PLANTEAMIENTO PREVIO

Déjame que, antes de entrar en los tipos de narradores, siembre en ti la duda. Es importante que analices primero la historia y veas qué es lo que necesitas. Es un paso fundamental para no hacer malas elecciones. Si has creado una escaleta con las escenas o tienes el argumento más o menos planteado, te resultará más fácil saber en qué momentos tienes que presentar el punto de vista de cada personaje, si habrá uno o varios.

A veces crees que necesitas compartirlo todo y que, si no lo sueltas, tu libro se quedará a medias. ¿Seguro? Detente a pensar en si realmente necesitas mostrar lo que todos y cada uno de los personajes de tu novela sienten o piensan. A lo mejor solo hace falta centrarse en un par de ellos.

Si una vez analizados todos los detalles, tienes la certeza de que necesitas cambiar de punto de vista, voy a mostrarte algunas de las opciones que tienes para hacerlo bien, aunque también voy a hablarte de ciertos riesgos si no se plantea de manera correcta. En este aspecto, tú y solo tú puedes decidir qué es lo mejor para tu novela. Aunque siempre puedes equivocarte, claro.

FORMAS DE CAMBIAR EL PUNTO DE VISTA:

1. CAMBIO DE CAPÍTULO

Es una de las opciones más utilizadas y puede que sea la que genere menos problemas de confusión en el lector. Podemos encontrarla en infinidad de novelas en que en un capítulo se habla desde el punto de vista de un personaje y en el siguiente, desde el de otro, tanto en primera como en tercera persona.

Incluso hay escritores que titulan el capítulo con el nombre del personaje para que no te pierdas, como ocurre, por ejemplo, en la saga «Canción de Hielo y Fuego» de George RR Martin (o «Juego de Tronos», como quieras llamarla).

2. SALTO DE LÍNEA

Consiste en dejar varios saltos de línea entre la escena correspondiente a un personaje y la del siguiente. Se aprecia en el texto porque queda un espacio en blanco lo suficiente grande y llamativo. A veces se incluye una cenefa bonita o algún separador.

Es bastante probable que, al saltar la línea, también cambien los escenarios, porque es un recurso que suele indicar un cambio de ubicación o temporal. De esa manera estás avisando al lector de que hay un corte, que no se sigue hablando sobre lo mismo de antes.

Si eliges esta opción, puedes crear varios saltos dentro de un mismo capítulo, no hay límite. Será como si tuvieras capítulos cortos o escenas dentro de uno más grande.

3. CAMBIO DE PÁRRAFO

No supone un salto lo suficiente reconocible como para que al lector le de tiempo a asimilar ese cambio, pero, si lo manejas bien y dejas claro quién piensa en cada momento, es una posibilidad. Demuestras que tienes algo de consideración y no lo haces de manera seguida, con una frase detrás de otra.

Te dejo un ejemplo seguido:

María saboreó su helado mientras pensaba que no había probado nada tan delicioso en toda su vida; pero no era suficiente. Quería que Juan le diera un poco del suyo para ver si estaba igual de rico que el de ella. Juan se comió el helado con tanta rapidez que casi se atragantó. No quería compartirlo con María. Estaba seguro de que quería quitárselo en cuanto tuviera la oportunidad. No se fiaba de ella.

Como ves, el salto de una cabeza a otra es muy pronunciado y al lector no le da tiempo a asimilar del todo de quién se habla en cada momento. Se entiende, pero es más lioso. Ahora te dejo la opción con el cambio de párrafo y verás que hay un pequeño respiro que se agradece:

María saboreó su helado mientras pensaba que no había probado nada tan delicioso en toda su vida; pero no era suficiente. Quería que Juan le diera un poco del suyo para ver si estaba igual de rico que el de ella.

Juan se comió el helado con tanta rapidez que casi se atragantó. No quería compartirlo con María. Estaba seguro de que quería quitárselo en cuanto tuviera la oportunidad. No se fiaba de ella.

4. PASAR EL TESTIGO

Una forma menos común de cambiar el punto de vista del personaje consiste en utilizar un elemento que hace de nexo o punto de partida para que la acción cambie de uno a otro. De esta manera, se genera una especie de excusa para hacer el salto.

Juan se bajó de la moto y se quitó el casco. María se quedó mirándolo medio embobada. Estaba tan guapo que quería comérselo a besos, pero se echó a reír al verle el pelo aplastado sobre la frente.
Juan advirtió la mirada de María; se tocó el flequillo y se lo atusó con una sonrisa mientas se acercaba. Tenía muchas ganas de verla y no pudo reprimir darle un abrazo. Era afortunado.

En este caso, el pelo de Juan sirve de nexo entre ambas acciones, es el que crea el salto de un personaje a otro. Esta opción es complicada (no tienes nada más que ver mi «cutrejemplo») y a veces es difícil elegir cuál va a ser el elemento que sirve de unión. No quiero ni imaginarme el reto que supondría escribir una novela entera mientras piensas en qué es lo que ayudará a que se produzca el cambio en cada capítulo o escena. Eso sí, siempre puedes probar y ver qué tal te sale. Lo mismo tienes un recurso impresionante y original para tu novela.

5. CAMBIO DE ESCENA

Imagina que en tu libro hay una cámara de vídeo y, como en una película, enfoca una escena en un lugar, se aleja y se va a capturar a otro personaje. Con este tipo de técnica se puede cambiar el punto de vista:

Aquella noche, María estaba tumbada en la cama mientras escribía en un diario sobre el día tan complicado que había tenido. La pelea con sus amigas había sido memorable y recordar cada detalle le dolía. Era como meter el dedo en una herida abierta, pero necesitaba plasmar sus sentimientos, dejarlos salir.

Ajena al sufrimiento de su hija, Marta preparaba una cena deliciosa en la cocina. Quería impresionar a su familia con una receta nueva que había visto en YouTube. Aspiró el olor de la comida recién hecha y sonrió. Estaba segura de que todos estarían encantados.

Como ves, en este tipo de estructura parece que la cámara ha enfocado primero a María y luego a su madre, porque sus acciones y pensamientos no están enlazados. Lo ideal en este caso es unirlo con el punto tres y crear un cambio de párrafo cuando se salte a otra persona. Quedaría mucho más limpio.

RIESGOS

Una vez analizadas algunas de las opciones que tienes para cambiar el punto de vista del personaje, quiero plantearte los posibles riesgos con los que puedes encontrarte si no sabes manejar bien la situación:

  • Puedes confundir al lector, que puede no tener claro de quién se está hablando al saltar de una cabeza a otra, sobre todo si se hace con más de dos personajes. Para evitar este fallo, tendrías que tener un buen manejo de la expresión, no equivocarte de sujetos y representar bien los diálogos, entre otros detalles, para que no haya posibilidad de errores.
  • Puedes cargarte la trama o parte de ella si no muestras bien la información y haces una mala elección del momento. Por ejemplo, imagina que tienes pensado incluir una traición. Si decides mostrar solo el punto de vista del traicionado, presentarás a alguien que confía en un amigo y en el momento en que lo traicionen, el lector se impactará con la situación, será algo que no se espera. Ahora imagina que, en cambio, decides que vas a mostrar sí o sí los pensamientos de ambos en una escena: mientras el traicionado confía en su amigo y realiza una serie de acciones, el otro está pensando en que va a jugársela en cuanto pueda. Con esta elección, te has cargado toda la emoción de golpe. El lector no tendrá ningún aliciente para seguir leyendo porque ya sabe qué pasará.
  • Se puede perder parte de la conexión con un personaje. Normalmente los lectores viven lo que tu personaje está viviendo, se meten en su piel. Si todo el tiempo estás saltando de uno a otro en la misma escena es mucho más difícil empatizar con uno.
  • Una avalancha de emociones o pensamientos continuos abruman a los lectores, que pueden sentirse saturados de información.

No hay un método mejor que otro y puede que lo que a un escritor le funcione a otro no. Lo único que está claro es que, elijas el método que elijas, tienes que pensar en la estructura de tu novela y ponerte en la piel del lector. Permite que esté cómodo y disfrute con tu historia, regálale un texto que a ti te gustaría leer. Y para eso tendrás que haber trabajado a conciencia y haber elegido el narrador que mejor se adapte a tu novela.

Fuente: https://celiaariasfernandez.com/punto-de-vista-del-narrador/

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