Las clases de ciencias son el lugar y momento idóneos para enseñar al alumnado a ejercer su capacidad crítica ante la avalancha de información.
por Inés Martínez Pena, Universidade de Santiago de Compostela; Blanca Puig, Universidade de Santiago de Compostela
Una de las pandemias que nos afectan en la era de la posverdad es la exposición a ingentes cantidades de información y a la difusión de noticias falsas o bulos. Aunque este fenómeno no es nuevo ni característico de la sociedad actual, el desarrollo de nuevas tecnologías ha facilitado su expansión y ha magnificado su alcance.
La revolución digital ha transformado la forma en la que nos relacionamos e informamos. Hoy las redes sociales son el espacio “informativo” y de intercambio de ideas por excelencia, especialmente para las nuevas generaciones. Este nuevo modelo comunicativo requiere modificar las formas de enseñar, que se centren sobre todo en el desarrollo de pensamiento crítico.
Evaluar y usar la información científica
Nuestra reciente investigación propone fomentar esta capacidad crítica entre los estudiantes precisamente en las clases de ciencias, dado que generan situaciones idóneas para su práctica.
El nuevo marco PISA 2025 incluye dentro de la competencia científica tres aspectos relacionados con la capacidad para evaluar y usar la información científica para la toma de decisiones y la acción crítica. También para discriminar la información veraz de la falsa, teniendo en cuenta sus potenciales efectos sociales, como el negacionismo del cambio climático o el movimiento antivacunas, las falsas dicotomías y el uso de pseudoterapias.
‘Ignorancia crítica’ y ‘humildad epistémica’
En la escuela no se suele aprender a ignorar la información. De hecho, con frecuencia se enseña lo contrario: a leer un texto con atención y detenidamente antes de emitir un juicio. Pero los hábitos lectores y la facilidad con la que se accede a la información exigen que en las aulas se practique la “ignorancia crítica”.
Este término hace referencia a la habilidad para gestionar la información a la que nos exponemos. Esto no significa dejar de ser crítico, sino todo lo contrario, ya que conlleva identificar y desatender la información falsa o deliberadamente falsa, sin necesidad de leer detenidamente su contenido, obviando lo irrelevante.
Otro de los elementos clave es cultivar la “humildad epistémica”, es decir, reconocer las limitaciones propias para analizar el contenido de una noticia. Esto se relaciona con el desarrollo de un pensamiento crítico consciente, aquel que el estudiante practica y es capaz de identificar. El desarrollo de estas habilidades requiere su práctica continuada y formar al profesorado en este sentido.
¿Qué papel tiene el profesorado?
SciLMi Teacher Academy, un proyecto europeo cofinanciado por el Programa Erasmus+, aborda este desafío implicando a expertos de diversas disciplinas en la formación del profesorado de secundaria (en activo y en formación) en competencias y herramientas para fomentar el compromiso ciudadano y el pensamiento crítico en temas sociocientíficos por parte del alumnado.
La investigación sobre ambientes de aprendizaje y el papel del profesorado en el desarrollo de pensamiento crítico nos da algunas ideas clave para su enseñanza por parte de los docentes. En el caso de la “ignorancia crítica” y la “humildad epistémica”, destacamos:
- ¿Qué temas debo seleccionar para fomentar la “ignorancia crítica” y la “humildad epistémica”?
- ¿Qué hacer con esa información para promover la “ignorancia crítica” y la “humildad epistémica” en el aula?
- ¿Qué ambiente de aprendizaje es favorable?
- ¿Cómo valorar la capacidad crítica del alumnado?
El alumnado y la ciudadanía en general no disponen, ni podrán disponer, de todo el conocimiento especializado que circula en las redes sociales, por lo que promover la “ignorancia crítica” y la “humildad epistémica” son claves hoy en día.
¿Pensamiento crítico o memorización? Así es la educación que viene
Está plenamente aceptado que nos encontramos en una sociedad de la información (dicen también que del conocimiento, afirmación dudosa si se refiere al conjunto de la población). Recibimos noticias de todo tipo desde muy diversos medios, más o menos tradicionales: prensa, radio, televisión, internet o redes sociales. Esto deriva en la posibilidad de acceder a cualquier tipo de saber en pocos minutos o, incluso, segundos. Todos tenemos esa experiencia.
por María Antonia Casanova – Profesora de la Universidad Camilo José Cela y Directora del Instituto Superior de Promoción Educativa (Madrid), Universidad Camilo José Cela
Resulta obvio que cualquier circunstancia importante que modifique la realidad social debería tener repercusión directa e inmediata en los planteamientos del sistema educativo y, por hablar más concretamente, en el quehacer diario dentro de las aulas.
¿Está la educación estancada?
La educación institucional, sistémica, parece haberse estancado en principios clásicos, ya superados, que en su momento justificaron su aparición. Ciertamente, cuando todo el saber de la Humanidad se resumía en el Trivium y el Quadrivium (como ejemplo simplista, claro), la persona podía aspirar a dominarlo. Hoy no es así. Como afirma la investigadora Beatriz Pizarro, “el volumen de noticias e información que manejaba un hombre del siglo XVI en toda su vida era inferior al que cualquier hombre actual puede leer en una edición de The New York Times del domingo”.
Es decir, con un simple click es posible disponer de tres millones de respuestas a nuestra pregunta en veinte segundos. Sobra información, quizá. El problema se presenta a continuación: ¿qué hacemos con tanta respuesta?, ¿es fiable toda esa información?, ¿cuál responde a mis intereses? Muchas más preguntas que el buscador de internet no nos va a contestar.
Hay que plantearse, entonces, cuál es la formación que realmente necesitan las jóvenes generaciones para manejarse de forma autónoma en esta sociedad para acceder en igualdad de oportunidades a los distintos ámbitos en los que se desenvolverá su vida, para poder participar como ciudadano sin menoscabo de sus libertades.
Evidentemente, no será correcto continuar con un sistema que permita obtener títulos a base de memorizar informaciones que no se comprenden y que no capacitan para esta vida actual. Es necesario transformar el modelo y equilibrar el papel que deben jugar las diferentes competencias imprescindibles en la formación integral de la persona y, en consecuencia, organizar el diseño curricular en torno a las estrategias metodológicas y procedimientos de evaluación que resulten coherentes para alcanzar ese dominio de las competencias y objetivos que favorezcan la autonomía personal y la capacidad de seguir aprendiendo a lo largo de la vida.
En el título se cita el pensamiento crítico porque es lo opuesto a la memorización sin sentido. La posibilidad de cuestionar/se la utilidad de ciertos conocimientos nace de la capacidad de pensar autónomamente.
No hay que limitarse a repetir sin comprender. Eso deriva en un olvido inmediato en cuanto cumple el cometido para el que se memorizó: reflejarlo en un examen y obtener una calificación. Es un proceso inútil, que supone una pérdida irrecuperable de tiempo y de vida que, por supuesto, no garantiza ninguna formación adecuada ni actitudes positivas hacia el aprendizaje permanente.
Cultivar el pensamiento crítico, divergente y creativo es la base del avance en la creación de estructuras mentales que nos hagan crecer como personas. Es contar con la seguridad de que seremos capaces de discernir entre las múltiples informaciones (o infoxicaciones) recibidas desde diversos medios y de no dejarnos manipular (dentro de lo posible) por las mismas.
Y esto no es difícil trabajarlo en el aula (muchos docentes lo saben y lo practican). Tenemos a nuestra disposición tanto la prensa como internet o cadenas de televisión, herramientas que nos ofrecen la misma noticia con enfoques incluso contrarios.
Los niños y adolescentes distinguen perfectamente esas variedades de matices y de enfrentamientos, en su caso. Y pueden argumentar en favor o en contra, debatir los puntos de vista recibidos. Conclusión: fomentar el pensamiento crítico es una tarea asequible, desde ya, para llevarla a la cotidianidad del quehacer educativo.
El alumnado como protagonista
Eso sí, hay que aparcar la repetición literal de lo que dice el libro o el maestro. Hay que emprender una tarea renovadora en la que el alumnado sea más protagonista, para lo cual se cuenta con estrategias ya conocidas e implantadas, cada día más, en nuestros centros: método de proyectos, aprendizaje basado en problemas, en retos o en tareas, asambleas, aprendizaje basado en juegos, debates, mapas mentales o conceptuales, trabajo cooperativo, diálogos simultáneos y un largo etcétera que estimula a implementar nuevas formas de hacer que, sin dejar de dominar determinados conocimientos necesarios y excelentes, favorecen el aprendizaje autónomo y, por lo tanto, el desarrollo del pensamiento propio y la competencia para defenderlo.
Todo ello, acompañado de una evaluación que valore los aprendizajes conseguidos ya que, en este caso, no resulta posible hacerlo mediante un examen tradicional. Cooperar, debatir, respetar al compañero, argumentar, opinar o buscar información no son tareas evaluables en dos horas cada tres meses. Hay que valorarlas día a día, mientras se llevan a cabo las actuaciones propuestas y realizadas en el aula.
Hay que pasar de un procedimiento puntual y escrito a otros variados que ofrezcan información acerca de cómo se aprende, qué se aprende o cómo se colabora: observación, entrevista, sociometría, fotovoz, etc., plasmando los datos obtenidos en anecdotarios, listas de control, escalas de valoración y fotografías. Esto tampoco es difícil ni precisa de nueva legislación. Está todo contemplado en la autonomía pedagógica que poseen los centros, por lo que se puede aplicar ya.
Si metodología y evaluación son coherentes y, además, persiguen lograr esa autonomía de pensamiento que reclamamos, lo vamos a conseguir. En los tiempos que corren no es una ocurrencia, sino una necesidad imperiosa formar (formarnos) personas íntegras, autónomas, con pensamiento propio y capacidad de defenderlo, evitando así la manipulación evidente que se pone de manifiesto todos los días en nuestro contexto vital.
En espera de un nuevo diseño curricular
Las noticias que nos van llegando desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional parece que responden a estas exigencias sociales y curriculares.
Ojalá se plantee un currículum más centrado en competencias necesarias para vivir en sociedad (al fin, en conocimientos aplicados, no puramente memorísticos), que favorezca el trabajo interdisciplinar y cooperativo, la colaboración activa entre el profesorado del centro y la promoción de planteamientos que fomenten, realmente, la transformación educativa que se espera desde muchos sectores profesionales.
Si la norma legal ayuda a nuevos enfoques, no cabe la menor duda de que el impulso que precisa la educación actual podrá ser un hecho que transformará la vida y permitirá avanzar con cierta confianza en un contexto incierto como el que tenemos en estos tiempos.
Fuente: https://theconversation.com/pensamiento-critico-o-memorizacion-asi-es-la-educacion-que-viene-158386
No vale con verlo en internet: hay que conocer las fuentes
“Lo quiero ahora mismo, no me importa la calidad”.
por Milagros Torrado Cespón – Docente e investigadora. Lengua inglesa y su didáctica, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Las redes sociales y la inmediatez de la información en la palma de la mano nos han llevado a una situación en la que lo importante es saber algo, por nimio que sea, lo antes posible.
Pero la mayoría de nosotros, cuando recibimos la información, no vamos a comprobar ni fuentes ni fechas. Esto es, sin lugar a duda, un terreno abonado para el discurso político manipulador, venga del color que venga. ¿Cómo puede ser que teniendo todos los recursos no contrastemos los datos?
Vamos a llamar a esto el mal de la generación microondas.
La generación microondas, como tal, es un subterfugio que utilizo para hablar de la actitud de parte de la sociedad hacia la información y su uso en el día a día. Un miembro de la generación microondas puede definirse como una persona con acceso a internet que cree, sin cuestionar, cualquier resultado que Google o la inteligencia artificial le arrojen, siendo el primero de la lista suficiente para satisfacer sus ansias de respuesta, especialmente si es atractivo y posee cierta controversia.
Para ser parte de la generación microondas no es necesario haber nacido en una década concreta, sólo que el uso del pensamiento crítico no encaje con tu forma de canalizar la información del entorno. Entonces es cuando los docentes vemos la gran necesidad de la educación en valores y pensamiento crítico aplicado para así evitar que esta generación siga engrosando sus listas.
Lo he leído en internet
La escuela es responsable de ayudar a las mentes del futuro a dar sus primeros pasos en el mundo del conocimiento lejos de dogmatismos y cuestionando lo que se les ofrece de manera constructiva.
No se trata de tachar de falacias las evidencias por ser contrarias al pensamiento particular de una persona. Se trata de que cada individuo quiera fundamentar sus ideas en hechos y huya del “es así porque yo lo digo” o del “es así porque lo dice internet”.
Es posible entender desde la infancia que no todo es blanco o negro, y que desconocer la variedad de colores, con sus luces y sus sombras, no significa que no existan.
Nunca es demasiado pronto
El miedo a que el alumnado sea demasiado joven para enfrentarse a la posverdad no se sustenta en la realidad: estudios realizados por Heyman, especialista en cognición social infantil de la Universidad de California, probaron que el desarrollo de las habilidades de pensamiento crítico en la infancia no son solo una cuestión madurativa y pueden trabajarse desde los primeros años.
Especialmente en el seno de una sociedad de la sobreinformación que puede afectar a este desarrollo natural del pensamiento crítico y abocarnos a formar parte de la generación microondas. Debemos recordar que ya desde preescolar los niños saben lo que es el engaño y que la realidad no siempre coincide con las apariencias.
Manipulaciones sutiles
La alfabetización crítica es esencial para no aumentar los miembros de la generación microondas. Darle al alumnado herramientas para trabajar con la información es tan importante como enseñarle a buscarla.
Aprender que todo autor es subjetivo, como sujeto que es, y que ningún texto es neutro es compatible con la capacidad de analizar cuáles pueden ser las mejores fuentes para cada tipo de dato o información.
Buscadores frente a curiosidad
Durante la infancia pasamos una fase en la que nos cuestionamos todo cuanto los rodea. Cabe pensar si dejamos de preguntar porque tenemos demasiada información o porque ya no tenemos esa curiosidad natural. Preguntar para entender mejor es parte del aprendizaje vital, supervivencia. Un buscador de internet puede ser un aliado de esta curiosidad… o puede causar su muerte.
La forma sana de discutir contenido sin caer en el fanatismo ni en el engaño es algo que se construye tanto desde casa como desde el centro escolar. Pero para esto hace falta que los adultos implicados seamos conscientes de este problema. Si desde el ámbito familiar no se presta atención a las primeras preguntas de un niño, ese niño verá satisfechas sus dudas cuando comience a utilizar un móvil. Una infancia con apego seguro, aquella en la que se crece con cariño y comprensión, sabiendo que puedes confiar a tus padres tus inquietudes y necesidades, previene sumarse a las filas de la generación microondas.
Un mundo grande y amenazante
Por otro lado, el rol docente en nuestra sociedad de las prisas es fundamental. No olvidemos que les entregamos a nuestra prole para que la instruyan, pero también para que colaboren con nosotros en la misión de interpretar el mundo en el que les ha tocado vivir. Un mundo que puede parecer cada vez más grande y dar más miedo.
Trabajar en clase sobre cuestiones de actualidad, desde las más banales a las más serias, es una forma de promover no sólo el interés del alumnado en el mundo que lo rodea, sino también de explorarlo de forma crítica y así evitar engaños en la red de mayor importancia.
La educación es un trabajo de todos los miembros de la sociedad. En un panorama de sobreinformación, promover la discusión crítica y el razonamiento es fundamental para evitar el engaño.
Recordemos las sabias palabras* de Miguel de Cervantes en el siglo XVII:
“En una era en la que los vericuetos virtuales inundan nuestros ojos, oh lector curioso, advierto con solemne voz que no debes conceder crédito a todo lo que divagues en las entrañas de la vasta internet, aunque aparezca enlazado junto a al nombre de un ilustre personaje”.
*Se trata de una cita inventada como muchas de las que circulan y se comparten por internet.
Fuente: https://theconversation.com/no-vale-con-verlo-en-internet-hay-que-conocer-las-fuentes-209627