Como señala Lars Chittka en los primeros capítulos de La mente de una abeja, la atribución de emociones y experiencias humanas se consideraba ingenuidad e ignorancia; antropomorfismo era una mala palabra.

Como señala Lars Chittka en los primeros capítulos de La mente de una abeja, la atribución de emociones y experiencias humanas se consideraba ingenuidad e ignorancia; antropomorfismo era una mala palabra.
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