Desde el lanzamiento de Laika, la pionera espacial que orbitó la Tierra en 1957, los científicos han sabido que los viajes espaciales afectan al cuerpo humano. El corazón y los vasos sanguíneos se ponen rígidos. El riesgo de cáncer aumenta. El sistema inmunológico se vuelve loco. El cerebro sufre lentamente una degeneración similar al envejecimiento. Algunos de estos efectos perjudiciales para la salud son reversibles una vez que los viajeros espaciales vuelven a estar bajo el control de la gravedad; otros se demoran. Todavía no estamos seguros de qué problemas de salud persisten a largo plazo.