Imagen: World Obesity Federation
“Los entornos alimentarios ponen en riesgo el bienestar de la infancia”, advierte UNICEF y señala el rol de la industria en esa situación.
por IntraMed
UNICEF presentó el informe “Alimentando el negocio: Cómo los entornos alimentarios ponen en peligro el bienestar de la infancia” y los datos son alarmantes: “En el mundo hay 391 millones de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 19 años (es decir, uno de cada cinco) con sobrepeso, y una amplia proporción de esos niños y niñas ahora se incluye entre los que presentan obesidad”. El estudio se basa en datos recopilados en más de 190 países, e incluye encuestas de hogares, estimaciones modeladas, proyecciones y sondeos.
“Cuando hablamos de malnutrición, ya no nos referimos solamente a los niños y niñas con bajo peso –advirtió Catherine Russell, directora Ejecutiva de UNICEF durante la presentación–. La obesidad es un problema cada vez más alarmante…”. “La industria de los alimentos y bebidas ultraprocesados ejerce una influencia desproporcionada en el entorno alimentario infantil. Determina qué productos se elaboran y cómo se comercializan, particularmente en aquellos contextos en los que se carece de normativas gubernamentales o estas son insuficientes”, señala por su parte el informe, apenas comienza, al tiempo que destaca el aumento del sobrepeso y de la obesidad entre niños, niñas y adolescentes, “incluso en países que aún se enfrentan a la desnutrición infantil”.
En ese contexto, señala la organización, crece “la urgencia de actuar”, pero –reconoce– hay serios obstáculos, y estos dependen “de un discurso que está plagado de conceptos erróneos que perpetúan el estigma y desvían las políticas hacia caminos ineficaces”, advierte, y enumera: el “mito” de que la responsabilidad de esta epidemia está en “decisiones individuales de alimentación” y el planteo de la cuestión como “un fracaso moral del individuo”, en lugar de aceptar que se trata “de una falla de la sociedad en proteger los entornos en los que crecen los niños”. Mientras afirman esto –advierte– “oscurecen la fuerza mucho más determinante: los entornos alimentarios”.
| Las cifras |
“Niños, niñas y adolescentes se ven afectados por el sobrepeso y la obesidad en todas las regiones del mundo, aunque no de manera uniforme. América Latina y el Caribe, Medio Oriente y el Norte de África, y América del Norte ocupan los tres primeros lugares en prevalencia de sobrepeso en todos los grupos de edad”, señala el documento, y más adelante destaca: “En América Latina y el Caribe, el 36 % de los niños, niñas y adolescentes de 5 a 19 años viven con sobrepeso. La prevalencia varía desde el 23 % en Guatemala hasta el 58 % en Chile”.
Pero lo cierto es que en el ranking mundial, la situación no es igual en todos los grupos etarios, y al desglosar los cuadros se puede observar lo siguiente para América latina y el Caribe en la tabla de porcentajes de niños con sobrepeso en las distintas regiones UNICEF:
• de 0 a 4 años: 9 % (ocupa el segundo lugar en el mundo).
• de 5 a 9 años: 39 % (primer lugar en el mundo).
• de 10 a 14 años: 39 % (segundo lugar en el mundo).
• de 15 a 19 años: 36 % (tercer lugar en el mundo).
Hay muchísimos más datos, pero estos que compartimos ya deberían haber encendido todas las alarmas hace tiempo, porque la epidemia de obesidad no es nueva.
Y, por supuesto, se trata de un problema de salud, y eso ya es grave en sí. Pero el documento de UNICEF que presenta el informe plantea otra cuestión, que, quizás, conmueva un poco más a los tomadores de decisiones políticas que la salud de los niños… “Los costes de la inacción para los niños, niñas y adolescentes, las familias, las sociedades y las economías son inmensos (…). El incremento de los costes sanitarios y la reducción de la productividad de la mano de obra debido al aumento del sobrepeso y la obesidad ya suponen un obstáculo para las economías de todo el planeta. La industria de los alimentos y bebidas ultraprocesados ejerce una influencia desproporcionada en el entorno alimentario infantil. (…) En aras del beneficio, la industria moviliza ingentes recursos financieros y su importante influencia política para obstaculizar la implementación de políticas encaminadas a propiciar entornos alimentarios más saludables y equitativos. Este desequilibrio de poder dificulta la protección del derecho de la infancia a la alimentación y la nutrición por parte de los gobiernos, las comunidades y las familias”. No lo decimos nosotros; lo afirma UNICEF…
¿Cómo afrontar la obesidad en pediatría?
La Sociedad Argentina de Pediatría actualizó sus recomendaciones sobre diagnóstico y abordaje integral de la obesidad en niños y adolescentes. El documento refuerza la importancia del estilo de vida saludable y amplía las indicaciones de terapias farmacológicas y quirúrgicas en casos seleccionados.
por Susana De Grandis, Norma Piazza, Mabel Ferraro y cols. | Fuente: Arch Argent Pediatr. 2025;123(4):e202410478. Guías de práctica clínica para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la obesidad. Actualización 2024
| Introducción |
La obesidad se consolidó en las últimas décadas como una de las principales amenazas a la salud pública mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la prevalencia de sobrepeso y obesidad se triplicó en la infancia y la adolescencia. La Argentina sigue esa tendencia: la segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) reveló que el 13,6 % de los menores de 5 años y más del 40 % de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años presentan exceso de peso, con mayor prevalencia en varones. Estos números configuran un escenario preocupante por el impacto presente y futuro en la salud de la población.
En ese contexto, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) presentó la actualización 2024 de sus Guías de práctica clínica para la prevención, diagnóstico y tratamiento de la obesidad, elaboradas por el Comité de Nutrición junto con el Comité Nacional de Medicina del Deporte Infanto Juvenil. La nueva versión reemplaza a la publicada en 2011 e incorpora la evidencia científica generada en los últimos años, además de atender a los cambios epidemiológicos y sociales.
| Diagnóstico y evaluación clínica |
El diagnóstico de obesidad en niños, niñas y adolescentes requiere una mirada integral que combina datos antropométricos, antecedentes familiares y personales, junto con una evaluación clínica exhaustiva. El índice de masa corporal por edad (IMC/E) continúa siendo el indicador central, complementado por la circunferencia cintura/talla como marcador de obesidad central. La guía subraya que incluso en lactantes, el IMC/edad es un predictor confiable de obesidad grave futura, lo que resalta la importancia de la vigilancia temprana.
El abordaje incluye también la pesquisa de complicaciones asociadas, como el síndrome metabólico —definido por la presencia de tres o más alteraciones entre hipertensión, dislipidemia, disglucemia y obesidad central—, el síndrome de apnea obstructiva del sueño y la enfermedad hepática grasa no alcohólica. Estas condiciones, antes consideradas propias de la edad adulta, hoy se diagnostican con frecuencia en población pediátrica.
| Impacto en la salud física y mental |
La obesidad infantil no solo afecta parámetros metabólicos, sino que se asocia a múltiples complicaciones clínicas. Entre las más relevantes figuran hipertensión arterial, hipertrigliceridemia, colesterol HDL bajo, resistencia a la insulina, hígado graso y apnea del sueño. En el plano psicosocial, los niños y adolescentes con exceso de peso enfrentan con frecuencia estigmatización, bullying y baja autoestima, situaciones que pueden derivar en depresión y trastornos de la conducta alimentaria. El círculo se perpetúa: la depresión, a su vez, incrementa el riesgo de resistencia a la insulina y disglucemia, independientemente del peso corporal.
La guía también advierte sobre los desafíos en el ámbito hospitalario: hasta un 20 % de los niños internados presenta obesidad, lo que aumenta el riesgo de complicaciones, prolonga la estancia y agrava la evolución de patologías críticas u oncológicas. En estos casos, la evaluación nutricional integral resulta indispensable para evitar tanto la desnutrición inadvertida como la perpetuación del exceso de peso.
| Estrategias de prevención y tratamiento |
El documento enfatiza que la primera línea terapéutica es el cambio sostenido en el estilo de vida. Esto incluye la promoción de una alimentación saludable, actividad física regular, reducción del tiempo frente a pantallas y una adecuada calidad de sueño. La intervención debe involucrar a toda la familia y contar con un acompañamiento educativo y psicológico.
La actividad física estructurada ocupa un lugar destacado. El ejercicio moderado a vigoroso no solo contribuye al descenso de peso, sino que mejora la flexibilidad metabólica y favorece procesos fisiológicos protectores, como la liberación de mioquinas. Los programas deben ser personalizados y supervisados por profesionales de la educación física, con progresión gradual y un componente de fuerza y resistencia aeróbica.
En cuanto a la alimentación, se recomiendan planes con bajo índice glucémico y el incremento del consumo de fibra soluble, frutas, verduras y lácteos descremados, junto con la reducción de bebidas azucaradas, snacks ultraprocesados y comidas fuera del hogar. Se alienta la participación de los niños en la elección y preparación de alimentos como estrategia de educación y adherencia.
| Tratamientos farmacológicos y quirúrgicos |
En los casos graves, donde las intervenciones de estilo de vida no logran resultados, se consideran los tratamientos farmacológicos. En Argentina están aprobados desde los 12 años el orlistat, que actúa reduciendo la absorción de grasas, y el liraglutide, un análogo del GLP-1 que disminuye el apetito y mejora el control glucémico. Ambos deben ser indicados por especialistas, con monitoreo estricto de efectos adversos.
La cirugía bariátrica, por su parte, se reserva para adolescentes con obesidad grave y comorbilidades significativas, bajo criterios específicos de IMC y riesgo clínico. Técnicas como la gastrectomía vertical en manga y el bypass gástrico en Y de Roux demostraron eficacia en la reducción del peso y la reversión de comorbilidades, aunque requieren seguimiento de por vida por equipos interdisciplinarios para prevenir deficiencias nutricionales y garantizar la adherencia.
| El rol del pediatra y del sistema de salud |
Las guías destacan que el pediatra debe desempeñar un rol preventivo desde los primeros controles de salud, educando a las familias en hábitos de vida saludables. Cuando se presentan comorbilidades o un curso desfavorable, se recomienda derivar al paciente a equipos especializados que integren nutricionistas, psicólogos y especialistas en actividad física. La obesidad, como enfermedad crónica, exige un sistema de salud preparado para garantizar el acceso, la continuidad y la equidad en los tratamientos.
| Conclusiones |
• La actualización de las guías argentinas de obesidad pediátrica constituye un llamado de atención y una hoja de ruta para los profesionales de la salud. El abordaje de esta enfermedad crónica debe ser temprano, interdisciplinario y sostenido en el tiempo. La piedra angular sigue siendo el cambio en el estilo de vida, pero el avance de la evidencia científica permite incorporar terapias farmacológicas y quirúrgicas en casos seleccionados.
• La obesidad infantil no es un problema individual, sino un fenómeno social que exige respuestas familiares, comunitarias y políticas. Garantizar la prevención y el tratamiento adecuados es una inversión en la salud futura de toda la población.
Fuente: https://www.intramed.net/content/como-afrontar-la-obesidad-en-pediatria
