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La salud sexual es clave en el bienestar psicológico, y se cimenta en una educación adecuada a cada etapa y estructurada a lo largo de primaria y secundaria.
por Sylvie Pérez Lima, UOC – Universitat Oberta de Catalunya
Entre las múltiples demandas que se le hacen a la escuela del siglo XXI, una de las más relevantes es su papel en la educación sexual. Una educación sexual rigurosa, inclusiva y basada en evidencia, como defiende la UNESCO, es la mejor manera de garantizar o, al menos, contribuir a que los niños y adolescentes puedan tomar decisiones informadas, y puedan cuidar de su salud y de su bienestar afectivo, emocional y social.
Pero ¿cuáles son los contenidos adecuados, según la edad, y qué cuestiones deben dejarse para el ámbito familiar?
Llegar antes que la pornografía
Diversos estudios evidencian que el conocimiento del alumnado favorece el uso de anticonceptivos y reduce las conductas de riesgo. Incluso puede ayudar a retrasar el inicio de las relaciones sexuales, cuya tendencia actual es a adelantarse.
También se ha generalizado la exposición a contenido sexual a través de internet, en muchos casos a edades muy tempranas. Cuando esto sucede sin tener conocimientos previos puede generar reacciones emocionales fuertes como asco, shock o confusión en un primer momento, pero también otras más profundas como síntomas evitación emocional (ocurre en más del 50 % de los casos).
¿Qué debe enseñar la escuela y cuándo?
En primer lugar, es necesario diferenciar primaria y secundaria, distinguiendo qué priorizar en cada etapa. Los niños pequeños aprenden primero a reconocer emociones básicas, mientras que en la adolescencia se intensifica la experiencia emocional y la búsqueda de identidad. La evidencia sugiere una progresión coherente que ya recoge en mayor o menor medida, por ejemplo, el currículum educativo de las diferentes comunidades autónomas en España.
- En educación primaria conviene centrarse en habilidades socioemocionales, conocimiento básico del cuerpo, límites y respeto, así como en la prevención del abuso de manera adecuada a la edad. En primero y segundo (6-8 años), los objetivos son desarrollar la autoestima y seguridad personal, aprender a comprender y expresar emociones y reconocer la importancia de los límites propios y de los otros. Se puede trabajar con cuentos sobre la diversidad familiar, juegos que identifiquen las emociones o actividades que ayuden a conocer las partes del cuerpo.En tercero y cuarto (8-10 años) los objetivos se amplían a saber pedir ayuda, normalizar los cambios en el cuerpo o identificar situaciones de incomodidad. Podemos trabajar con dinámicas de grupo sobre amistad y respeto, y empezar con las primeras nociones sobre la pubertad.En ciclo superior (10-12 años) conviene reforzar la prevención del abuso y el conocimiento sobre los cambios físicos y emocionales de la pubertad y adolescencia. A esta edad ya se empiezan a introducir talleres para luego poder trabajar con debates.
- En secundaria se incorporan contenidos más concretos sobre anticoncepción, diversidad, pornografía, consentimiento y prevención de la violencia. Los objetivos de trabajo se focalizan en proporcionar conocimientos, pensamiento crítico y competencias socioemocionales que complementen lo aprendido en primaria y acompañen su desarrollo.Por ejemplo, puede explicarse de manera práctica el uso del preservativo y presentar distintos métodos anticonceptivos, para que, cuando ocurra la relación sexual, sea segura y consentida. También se puede trabajar la diversidad afectivo-sexual y de género con ejemplos cotidianos, sin imponer modelos de vida, sino desnaturalizando la discriminación.Respecto a la pornografía y el consumo de contenidos sexuales en internet, se trata de favorecer un pensamiento crítico que permita diferenciarla de la sexualidad real y reflexionar sobre estereotipos y consentimiento. En esta etapa educativa, se incorpora el trabajo con dinámicas y debates sobre relaciones sanas y tóxicas, el consentimiento expreso y la prevención de la violencia sexual y de género.
Educación emocional y educación sexual
Aprendizaje y educación están condicionados por el desarrollo cognitivo y emocional de los alumnos: no sólo la edad es importante, sino el momento individual de desarrollo y la madurez. Esto es posible si integramos la educación afectiva y emocional en la educación sexual.
Las competencias emocionales son un conjunto de habilidades que permiten identificar, comprender y regular las emociones propias y ajenas, así como utilizar esta información para guiar el pensamiento y la conducta. Están ligadas al bienestar psicológico, el rendimiento académico y la prevención de conductas de riesgo. Desarrollarlas fortalece la autoestima y contribuye tanto a promover relaciones sanas como a prevenir conductas sexuales de riesgo o comportamientos impulsivos o agresivos.
En este sentido, podemos decir que la educación sexual se cimenta en una buena educación emocional. Cuanto mejor sepan los niños y niñas de primaria conocerse, entender sus emociones, expresarlas y gestionarlas y comprender las de los demás, no sólo estaremos favoreciendo un clima de convivencia sano en la escuela, sino que estaremos sentando las bases para una buena educación sexual.
Neurodiversidad y educación sexual
Aunque falta aún investigación relativa al alumnado con discapacidad intelectual, autismo u otras necesidades especiales, crece la evidencia sobre la necesidad de adaptar contenidos de consentimiento, relaciones y derechos a su comprensión. Estudios recientes recuerdan adaptar a esta situación la educación sexual y afectiva. Es crucial reconocer y promover los derechos sexuales de todas las personas, incluyendo a aquellas con necesidades educativas especiales.
Esto implica garantizar su derecho a la información, a la educación y a la toma de decisiones sobre su cuerpo y sus relaciones, fomentando su autonomía personal y su autoestima. Por ejemplo, proponiendo formatos como pictogramas, vídeos con lenguaje de señas o material en lectura fácil, y asegurando personas o lugares de referencia donde acudir en caso de necesidad.
Calidad y duración de los programas
Las actuaciones breves y puntuales tienen poco impacto; la recurrencia y la evaluación continua aumentan la efectividad. Un metaestudio de 2023 confirma que los programas con mayor duración, mejor estructura y contenidos diversos (incluyendo afectividad, sexualidad y derechos) tienen efectos más sólidos sobre actitudes, conocimientos y conductas. Por ello no basta con un taller o charla, sino que la educación sexual debe formar parte de los contenidos curriculares.
¿Qué evitar desde la escuela?
Los valores personales, las creencias familiares y la moral individual son espacio de la familia y del entorno cultural o religioso de cada alumno. La UNESCO recuerda que no corresponde a la educación formal transmitir visiones particulares sobre sexualidad o género ni emitir juicios sobre orientación sexual o identidad de género.
Por esta razón se deben evitar discursos de vergüenza, culpa o miedo como método de prevención y eludir aspectos muy íntimos como prácticas sexuales específicas si no hay permiso familiar o el uso de lenguaje muy explícito que no sea apropiado para la edad.
El futuro de la educación sexual
Fomentar la transparencia y la colaboración con las familias es el camino a seguir. En estudios donde los padres recibieron sesiones de formación o recursos para hablar de sexualidad, aumentó la comodidad y frecuencia de esas conversaciones, mejorando el efecto de la educación escolar. Recientes investigaciones europeas coinciden en señalar que cuando la familia se implica, se ve reforzado el éxito de los programas que se aplican.
En cualquier caso se trata de un esfuerzo conjunto que no podemos seguir retrasando: una encuesta realizada en noviembre de 2023 en España mostraba que la mitad de los jóvenes de 16 a 29 años no había recibido educación sexual alguna, ni de su familia, ni en su centro educativo.
Todavía es mayor el porcentaje de jóvenes que declaran que no han obtenido una educación afectivo-sexual de calidad. Y sólo poco más del 10 % de ellos se muestra completamente satisfecho con este tipo de educación recibida en el ámbito familiar (11,1 %) o escolar (12,2 %).
Es responsabilidad de todos revertir esta tendencia: la educación sexual no solo contribuye a una vida más informada y plena, sino también a una sociedad más sana e igualitaria.
La pornografía miente: por qué no sirve para aprender
La pornografía es, según la Real Academia de la Lengua, la “representación explícita de actos sexuales que busca producir excitación”. Sin embargo, esta definición se queda corta. No usamos de manera exclusiva la pornografía para excitarnos, especialmente cuando somos jóvenes y hemos tenido pocas o ninguna experiencia sexual. El primer motivo para su uso entre jóvenes es masturbarse (43,9 %), la curiosidad será la segunda razón (40,4 %) y el tercer motivo es aprender de sexo (25,4 %).
por Carlos de la Cruz, Director honorífico del Máster Universitario en Sexología, Universidad Camilo José Cela
Podemos definir la pornografía como la principal herramienta para construir símbolos, mitos y referentes relacionados con la sexualidad y las relaciones eróticas. A partir de este imaginario se van catalogando, jerarquizando y normalizando ciertos cuerpos (y no todos), ciertas identidades (y no todas) y ciertas formas de tipos de encuentros eróticos (y no todos).
Esto no es necesariamente un problema si nos asomamos a la pornografía con una adecuada educación sexual, si ya sabemos que los cuerpos, los genitales o las identidades son diversas, al igual que la orientación del deseo o los tipos de relación erótica. Pero esta no parece ser la realidad. Según la ONG Save the Children, el 53,8 % de los niños y niñas han accedido a un portal de pornografía antes de los 13 años, y un 8,7 % antes de los 10 años. Sitúa así la media en torno a los 12 años. Es difícil, con 12 años, haber acumulado experiencias que nos permitan relativizar lo que vemos; tampoco es la norma que a esta edad se haya recibido en contextos escolares educación sexual suficiente.
A mayor educación sexual, menos posibilidades de que la pornografía se convierta en el único modelo. Algo que deben tener en cuenta tanto las familias como los profesionales de la educación. Cuanto más silencio se construya en torno a la sexualidad, más vulnerabilidad se estará creando frente a la influencia de la pornografía.
Primera mentira: los primeros planos
En la pornografía se suele insistir mucho en los genitales y el coito, de tal modo que las imágenes fragmentan los cuerpos y ofrecen todo tipo de primeros planos de penes, vulvas y penetraciones. Tanto es así que es fácil olvidar que ese encuentro erótico se da entre dos personas, entre dos cuerpos: queda reducido a un encuentro entre dos genitales. O un genital y la boca si se muestra el sexo oral.
Esta sería una primera mentira. Las relaciones eróticas, todas, se tienen entre dos cuerpos completos. Esto es así en el coito, pero también en otro tipo de prácticas. Los genitales no tienen vida propia, aunque a veces la pornografía lo dé a entender. Siempre son dos cuerpos completos los que participan de la experiencia, con toda la piel y con todas las sensaciones y emociones. En sexualidad, para el placer o la satisfacción, “más importante que lo que se hace es cómo se vive eso que se hace”, algo que pocas veces refleja la pornografía.
Cuando se imparte educación sexual, ya sea de manera informal o formal, hay que evitar repetir este modelo y alimentar la obsesión. Aunque los adolescentes pueden estar muy preocupados y pregunten mucho por genitales, coitos y orgasmos, esto no puede ser la excusa para hablarles solo de genitales, coitos y orgasmos. Porque corremos el riesgo de dejar las cosas como están pero con un poco más de información. No se puede olvidar que los genitales están en cuerpos, los coitos son solo un tipo de encuentro erótico y el orgasmo una parte del placer que puede ser tan importante como el placer de antes o el de después.
De esto no suele hablar el porno. De todo esto debe hablar la educación sexual.
Otros olvidos de la pornografía
No es lo único que la educación sexual no puede ni debe olvidar. La pornografía reduce la comunicación y la esfera afectiva. No hay ligues, ni tonteos. Se olvidan muchas prácticas eróticas, como besos y caricias.
En la mayoría de vídeos porno, los genitales siempre están erectos y lubricados. El orgasmo siempre llega. Se presenta como algo fácil el sexo ocasional. Nunca aparecen imprevistos. No se representa la menstruación. No se suele usar preservativo. Las actrices y los actores nunca tiene vergüenza. Las prácticas nunca se detienen. No hay mujeres masculinas ni hombres femeninos. La diversidad LGTBI apenas aparece representada.
Roles de género y consentimiento
Pero la gran mentira que ofrece el porno tiene que ver con los roles de género, la cosificación y el presentar la violencia como algo excitante. No puede ser que se dé por bueno que primen los deseos del hombre frente a los de la mujer. Que se sigan potenciando estereotipos de hombres deseantes, activos y con iniciativa y mujeres objeto, deseables, pasivas y que callan sus deseos.
Poco se habla en el porno del deseo y del consentimiento. A pesar de que se sabe que si una práctica erótica no entra por la puerta del deseo es poco probable que sea placentera. Por otra parte, una práctica erótica en la que no medie consentimiento no es una práctica erótica: es abuso. Insinuar lo contrario es mentir.
La ficción no sirve para conocerse
La educación sexual consiste en aprende a conocerse, a aceptarse y a expresar la erótica de manera satisfactoria. Si la pornografía solo ofrece un tipo de genitales y cuerpos, con eyaculaciones imposibles o lubricaciones automáticas, es muy difícil conocerse. Es pura ficción que no debería confundirse con la realidad.
Si la pornografía solo refleja realidades cis, heterosexuales, jóvenes y con ciertos modelos de belleza, será muy difícil aprender a aceptarse. Y no es un secreto que tarde o temprano todas las personas estarán lejos de esos modelos y no solo el colectivo LGTBI.
Será también difícil lograr bienestar, satisfacción o placer si no se da la importancia debida al deseo, el consentimiento y la seguridad. Y no parece que la pornografía esté por la labor.
Por último, no conviene olvidar que las mentiras de la pornografía son las mismas para jóvenes y adultos.
Quizá la juventud sea solo reflejo del mundo adulto, y pensar que se pueden modificar sus actitudes hacia la pornografía, independientemente de cómo anda el resto de la sociedad, sin cambiar las actitudes en el mundo adulto, sea algo tramposo y poco eficaz.
Fuente: https://theconversation.com/la-pornografia-miente-por-que-no-sirve-para-aprender-228914