El teletrabajo redujo el sesgo de proximidad, pero la igualdad no está garantizada. Tanto los beneficios como el riesgo de retroceso son reales.

por Adi Gaskell

Si bien el teletrabajo ha sido popular entre los empleados desde hace mucho tiempo, también existe la sospecha de que perjudica las perspectivas profesionales, ya que vivimos en un mundo donde “ojos que no ven, corazón que no siente”. Abordé este tema en un artículo reciente,  después de que  una investigación de la Universidad de Varsovia confirmara que esas sospechas eran ciertas.

Gran parte del aparente estigma se basa en prejuicios, como la creencia de que los teletrabajadores trabajan menos, están menos comprometidos con su equipo u organización, o son menos colaborativos. No parece importar que nada de esto sea cierto, ya que estos prejuicios generalizados han persistido, incluso a pesar de que la evidencia sobre los aspectos positivos del teletrabajo se ha acumulado desde que la pandemia de COVID lo popularizó.

El trabajo remoto normalizado es una fuerza igualadora

Sin embargo, un estudio reciente  de la Universidad de Michigan  sugiere que quizá debamos repensar nuestras opiniones sobre la discriminación que enfrentan los trabajadores remotos.

Basta decir que este cambio no se produce por arte de magia. Requiere un cambio, tanto de actitud como de prácticas, para garantizar que los teletrabajadores sean tratados como iguales a sus compañeros de oficina y no como ciudadanos de segunda clase.

Los investigadores observaron equipos distribuidos en diversas organizaciones y entrevistaron a gerentes y empleados. Descubrieron que cuando el teletrabajo se convierte en la norma, las antiguas dinámicas de poder tienden a desaparecer.

Cuestionando las normas del lugar de trabajo

Los investigadores nos recuerdan que el auge del teletrabajo durante la pandemia contribuyó a normalizar lo que antes era una actividad mayoritariamente minoritaria. La relativa escasez de teletrabajadores antes de 2020 facilitó la creación de estereotipos sobre su compromiso y productividad. También significó que los procesos se diseñaron, en gran medida, pensando en los trabajadores presenciales.

El resultado fue que los trabajadores remotos a menudo estaban al margen de la información, y los gerentes ascendían y recompensaban a los empleados tanto por su visibilidad como por su capacidad. Cuando la mayoría de los colegas estaban en la oficina, esto también significaba que los trabajadores remotos inevitablemente se perdían las interacciones informales que son tan valiosas (pero  que podrían ocurrir con menos frecuencia  de lo que creemos).

Todos estos factores reforzaron una especie de jerarquía en el entorno laboral, donde quienes trabajaban en la empresa eran considerados más valiosos y dignos que quienes trabajaban a distancia. Quienes trabajaban en la oficina también tendían a ejercer mayor influencia y poder.

El gran nivelador de la fuerza laboral 

La COVID lo cambió todo, ya que las oficinas cerraron y todo se volvió remoto.  Anteriormente, he analizado  cómo los líderes intentan mostrar su estatus en un entorno virtual (en resumen: depende de cuánto tiempo de transmisión se les permita), y la clave del asunto es que es bastante difícil. No se ven indicadores visuales de estatus. Realmente no se tiene acceso preferencial a las personas cuando todos trabajan de forma remota.

Este cambio se produjo a pesar de que las organizaciones utilizaban herramientas que existían desde hacía una década o más. Los investigadores descubrieron que varios cambios organizacionales sobresalían y sustentaban un enfoque más horizontal y meritocrático de la vida laboral:

  • El trabajo se codificó  : el trabajo remoto provocó un cambio desde el presentismo como medida de productividad hacia una forma más claramente definida de entender lo que las personas hacen en el trabajo y cómo lo hacen.
  • Socializar era virtual  . Con todos trabajando a distancia, los equipos tuvieron que encontrar nuevas maneras de conocerse. Hay diferentes maneras de conocer a colegas virtuales , y cada vez es más evidente que, con voluntad, sin duda hay una manera de garantizar que los equipos remotos se mantengan conectados.
  • La comunicación se volvió asincrónica : con la variedad de métodos de comunicación disponibles, obtener respuestas inmediatas dejó de ser importante. En cambio, las conversaciones se volvieron más flexibles, ya sea por chat, llamadas de voz o video. Esta nueva flexibilidad permitió a los equipos remotos operar en igualdad de condiciones que los equipos locales.

Cambiando el juego

Estos cambios ayudaron a romper la primacía de la vida laboral presencial, con todos los sesgos inherentes asociados a esa forma de trabajar, y prometieron reemplazarla por algo mucho más inclusivo.

La investigación destaca el gran cambio que esto supuso para muchos trabajadores remotos, que pasaron de sentirse excluidos y devaluados a ser miembros iguales y valorados del equipo.

El cambio psicológico fue tan importante como el logístico. Los empleados reportaron sentirse más respetados, lo que a su vez fortaleció la colaboración y las relaciones. En otras palabras, el teletrabajo no solo fue un nivelador estructural, sino también emocional.

Un progreso frágil

Sin embargo, no se garantiza que el progreso sea lineal. Si bien las modalidades de trabajo híbrido son ahora habituales, persiste el riesgo de que las organizaciones las aprovechen para volver a patrones obsoletos que favorecen a quienes trabajan en la oficina frente a quienes no. Si la asistencia a la oficina recupera su estatus privilegiado, los trabajadores remotos podrían verse nuevamente marginados.

El estudio es un recordatorio oportuno de que el debate sobre el trabajo remoto no se limita simplemente a dónde las personas realizan su trabajo, sino que también involucra la forma en que las empresas diseñan las herramientas, las culturas y los sistemas que rigen cómo se realiza el trabajo.

Nota del editor: Póngase al día con otras dinámicas que suscitó el debate sobre el trabajo remoto:

Acerca del autor

Adi Gaskell

Actualmente asesoro al Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, soy investigador sobre el futuro del trabajo en la Universidad de East Anglia y fui futurista del grupo de innovación en sostenibilidad Katerva. Además, asesoro a startups a través de Startup Bootcamp. Escribo una columna semanal sobre el futuro del trabajo para Forbes, y mis artículos han aparecido en la BBC y el Huffington Post, así como para empresas como HCL, Salesforce, Adobe, Amazon y Alcatel-Lucent. 

Fuente: https://www.reworked.co/employee-experience/the-equalizing-impact-of-remote-work/

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