La tranquilidad no es ni mucho menos ausencia de emociones. Tampoco implica renuncia alguna al amor o a esa pasión que nos dignifica, esa que nos da alas y también raíces. La persona tranquila no evita ninguna de estas dimensiones, pero las ve desde esa perspectiva donde uno sabe muy bien dónde están los límites, dónde esa templanza que como un faro en la noche alumbra nuestra paz interior.