El 4 de marzo de 1922 Friedrich Wilhelm Murnau preestrenaba en la Marmorsaal del zoológico de Berlín una de las más escalofriantes y singulares adaptaciones del Drácula (1897) de Bram Stoker, llevando –aunque sin pagar los derechos de autor a la viuda del autor irlandés– la historia del ínclito conde y vampiro transilvano a la pantalla por vez primera.