Cuando OpenAI lanzó su enorme algoritmo de lenguaje natural GPT-3 el verano pasado, se quedaron boquiabiertos. Los codificadores y desarrolladores con acceso especial a una API temprana descubrieron rápidamente cosas nuevas (e inesperadas) que GPT-3 podía hacer con nada más que un aviso. Escribió poesía aceptable, produjo código decente, calculó sumas simples y, con algunas ediciones, escribió artículos de noticias.
