Resulta paradójico que en algunas circunstancias nos guste pasar miedo. Una película de terror que nos pone los pelos de punta se torna divertida cuando la escena termina bien o cuando nos damos cuenta de que estamos viendo una mera fantasía. Entonces el miedo se alivia y da paso a la alegría, es decir, a disfrutar de algo que en principio nos ha atemorizado.
