Amanecí otra vez acá sin pegar un ojo, como dice mi mamá. Allá, cerca de los cabritos, sí que duermo. Hay silencio, por ahí se escucha cantar el gallo, por más que mi abuela dice que está viejo y canta poco, pero me gusta escucharlo. Un poco también lo extraño al gallo. Y a la abuela.
