La historia de la humanidad está marcada por momentos de liberación del conocimiento y la consecuente resistencia a estos cambios.
Desde la antigüedad, la forma de transmitir la información ha tenido un impacto directo en la evolución de las sociedades.
La aparición de la escritura, el desarrollo de la imprenta y, hoy en día, la inteligencia artificial, representan puntos de inflexión en cómo se democratiza el conocimiento y cómo las fuerzas de la tradición han tratado de resistir estos cambios.
En la antigua Grecia, Sócrates se opuso a la escritura, argumentando que esta nueva forma de registrar el conocimiento conduciría a la pérdida de la memoria y la capacidad de pensar críticamente.
El conocimiento se transmitía oralmente y la escritura se consideraba una amenaza a las tradiciones.
Sin embargo, con el tiempo, la escritura se consolidó como un pilar fundamental para la preservación y difusión del conocimiento.
La Biblioteca de Alejandría, símbolo de la acumulación y difusión del conocimiento, fue destruida por varias razones, entre ellas el temor de que el conocimiento se volviera accesible a todos.
Los que estaban en el poder entendieron que la popularización del conocimiento podía amenazar el orden establecido.
A medida que la información se hizo más accesible, erosionó las barreras que separaban a los privilegiados de las masas.
Siglos más tarde, la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV fue otro hito que liberó el conocimiento.
Este avance permitió la reproducción masiva de libros, desafiando la autoridad de las instituciones religiosas y políticas que controlaban la información.
Las religiones, en particular, se resistieron inicialmente a la imprenta, ya que la traducción y distribución de textos sagrados en lenguas vernáculas permitía a las personas interpretar las escrituras por sí mismas, reduciendo la necesidad de un intermediario autorizado.
La resistencia al cambio es una constante cuando se trata de la transmisión y popularización del conocimiento.
Hoy en día, la inteligencia artificial (IA) enfrenta una oposición similar.
Al igual que la escritura y la imprenta en su época, la IA tiene el potencial de transformar la forma en que se genera y distribuye el conocimiento.
Sin embargo, también plantea preocupaciones sobre la pérdida de habilidades humanas, como el razonamiento y la creatividad, y la posibilidad de que se disminuya el valor del esfuerzo individual en el proceso de evolución consciente.
Carlos Bernardo González Pecotche, en su obra “La Herencia de Sí Mismo” y otros textos logosóficos, destaca la importancia del autoconocimiento y la evolución consciente como medios para superar las limitaciones que impone la ignorancia y la dependencia de medios externos de conocimiento.
El enfoque logosófico enfatiza que cada individuo debe esforzarse por ser dueño de su herencia intelectual y espiritual, evitando que la mente se llene de conceptos externos sin un proceso crítico que permita discernir lo verdadero de lo falso.
En el contexto actual, la IA se percibe como una herramienta que puede tanto enriquecer como empobrecer la mente humana.
La resistencia a su adopción refleja, una vez más, el miedo a perder el control sobre la propia capacidad de pensar y aprender.
Sin embargo, al igual que la escritura y la imprenta, la IA tiene el potencial de liberar a la humanidad de las tareas repetitivas, permitiéndoles centrarse en aspectos superiores de la existencia.
La clave, según las enseñanzas logosóficas, está en el uso consciente de estas herramientas.
La IA no debe verse como un sustituto del proceso de evolución consciente, sino como un complemento que, utilizado inteligentemente, puede contribuir al enriquecimiento del espíritu humano.
En resumen, la historia muestra que toda innovación en la transmisión del conocimiento ha enfrentado resistencia.
La escritura, la imprenta y ahora la IA representan etapas en la liberación del conocimiento.
La resistencia actual a la IA refleja el miedo a lo desconocido y las preocupaciones sobre la posible pérdida de habilidades humanas fundamentales.
Sin embargo, como en el pasado, es probable que la IA se convierta en un instrumento que, si se utiliza conscientemente, puede contribuir al proceso de mejora y evolución humana.