La vejez, a menudo retratada como una etapa de declive y pérdida, es en realidad un momento donde las experiencias más profundas de la vida, incluido el amor, adquieren una resonancia única.
por Alexandra Caballero Guzmán MD MSc | Médica especialista en cuidado con perspectiva de género, gerosexóloga.
Martha Nussbaum, en su maravillosa obra “Envejecer con sentido”, nos invita a reconsiderar esta etapa no como una disminución de la persona, sino como un continuo desafío ético que nos obliga a proteger y nutrir las capacidades que hacen que una vida valga la pena ser vivida. Dentro de este marco filosófico, el amor se revela no solo como un sentimiento, sino como una capacidad vital y fundamental que enriquece y sostiene nuestra existencia hasta el último aliento.
El amor en la vejez es una manifestación muy interesante de la teoría de las capacidades. A medida que el cuerpo se vuelve frágil y algunas facultades se debilitan; entonces, la capacidad de amar y ser amado se convierte en un ancla de la dignidad. Nussbaum argumenta que la plenitud de una vida no se mide por la autonomía física, sino por la libertad de ser y hacer lo que valoramos. En este sentido, amar—y ser
amado—es una de las capacidades más valiosas.
El vínculo con un ser querido permite la expresión de emociones, la comunicación de pensamientos y el reconocimiento de uno mismo a través de los ojos del
otro. Este intercambio no solo mitiga la soledad, sino que activa y preserva otras capacidades vitales, como la de participar en la vida social y de sentir emociones profundas.
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Fuente: Alexandra Caballero Guzmán MD MSc | Médica especialista en cuidado con perspectiva de género, gerosexóloga.