El trato que damos a nuestros mayores ha sido, cada vez más, motivo de mala conciencia. En una sociedad acelerada, no se les respeta como ancianos y sabios, sino que se los abandona como no pertenecientes al tiempo presente y se los relega en su debilidad, encerrados en residencias y apartados de la vida social. De hecho, el coronavirus nos proporciona una justificación para este abandono. Al no visitarlos, al mantener la distancia social, protegemos su vulnerabilidad, estamos haciendo una buena acción.