“En una sociedad acelerada, no se les respeta como ancianos y sabios, sino que se los abandona como no pertenecientes al tiempo presente”
por HARTMUT ROSA – Filósofo alemán y director del Max Weber Center for Advanced Cultural and Social Studies
El trato que damos a nuestros mayores ha sido, cada vez más, motivo de mala conciencia. En una sociedad acelerada, no se les respeta como ancianos y sabios, sino que se los abandona como no pertenecientes al tiempo presente y se los relega en su debilidad, encerrados en residencias y apartados de la vida social. De hecho, el coronavirus nos proporciona una justificación para este abandono. Al no visitarlos, al mantener la distancia social, protegemos su vulnerabilidad, estamos haciendo una buena acción.
De este modo, se amplifica una tendencia de nuestras sociedades que viene de lejos; la distancia social y temporal se traduce en distancia física, se rompe la cadena entre generaciones, se profundiza la marginación y se aumenta el alejamiento. Pero romper el vínculo con el pasado nos lleva inevitablemente a romper también con el futuro. Si una sociedad necesita debatir cuál es su “deuda” moral o legal con las generaciones futuras, es que ya ha perdido la conciencia de la conexión que existe entre un pasado significativo y un futuro prometedor.
El eje de resonancia, de la escucha y la respuesta a través del tiempo, ha enmudecido. De la misma manera que los jóvenes de los Viernes por el Futuro, la crisis del coronavirus nos recuerda la grave pérdida de la resonancia temporal que tiende un puente vibrante que, partiendo de la vida y el esfuerzo de las generaciones pasadas, atraviesa nuestra propia existencia en dirección a la vida futura. Lo vemos en el plano ecológico, y ahora lo estamos experimentando más que nunca también en el personal, cuando sentimos el dolor de las personas encerradas y excluidas en residencias o apartamentos aislados. Pero como da a entender el significado mismo de la palabra “crisis”, nos encontramos ante una encrucijada, ante la oportunidad para cambiar de senda. Recreemos el vínculo de la resonancia intergeneracional precisamente en estas condiciones de distancia física.