Para combatir la pobreza de forma efectiva, las políticas públicas deben promover la igualdad en el ámbito público y en el privado.
por David Echeverry, Universidad de Navarra
Desigualdades Profundas
La pobreza está vinculada a desigualdades profundas que limitan la capacidad de las personas para mejorar su bienestar. Estas desigualdades están conectadas con las instituciones sociales. Por ello, es crucial diseñar políticas que fortalezcan estas instituciones.
Erradicarla no trata solo de ofrecer acceso a recursos materiales, sino también de fortalecer la participación comunitaria y el respeto por los derechos humanos.
Nobel al estudio de las instituciones y la prosperidad
Este año 2024 reciben el Nobel de Economía los profesores Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Ellos han investigado cómo las instituciones de un país influyen en su prosperidad o fracaso.
Acemoglu y Robinson desarrollaron la teoría de las instituciones inclusivas y las extractivas. Las inclusivas son las que permiten que la gente participe en la economía y garantizan los derechos de propiedad, y son clave para el crecimiento sostenible. En el libro Por qué fracasan los países (2012), los autores explican cómo las instituciones determinan las diferencias de riqueza y bienestar en el mundo.
El trabajo de los tres galardonados destaca la importancia de las estructuras políticas y económicas. En 2001, publicaron el artículo Los orígenes coloniales del desarrollo comparado, en el que muestran cómo las instituciones creadas durante épocas coloniales dejaron efectos duraderos.
Los autores señalan que la pobreza no se debe a la geografía o al clima, sino que la causa principal son las instituciones políticas y económicas que concentran el poder en una élite. Estas instituciones limitan las oportunidades de crecimiento y desarrollo inclusivo.
Los países que siguen siendo pobres lo hacen porque sus instituciones impiden la creación de una economía más equitativa.
Nobel al estudio de la gestión de recursos por las comunidades
Las contribuciones de Acemoglu, Johnson y Robinson son parte de un debate más amplio. Otros economistas han estudiado cómo interactúan las instituciones y el comportamiento humano. Un ejemplo destacado es el de Elinor Ostrom, la primera mujer en ganar el Nobel de Economía, en 2009.
Ostrom mostró que los bienes comunes se gestionan mejor desde la base, adaptándose a las normas locales. Su trabajo resalta la importancia del capital social, que incluye la confianza y la cooperación entre las personas y refuerza las instituciones, facilitando su funcionamiento.
La fortaleza del capital social
Cuando las instituciones son fuertes y confiables, el capital social florece. Esto reduce los costes y permite que las comunidades cooperen de manera más eficaz. Sin embargo, cuando las instituciones son débiles, el capital social puede actuar como un paliativo.
A veces, las redes informales que surgen en estas situaciones pueden debilitar la autoridad institucional. Por eso, es esencial que las instituciones formales y el capital social se fortalezcan mutuamente para lograr el bienestar social.
Nobel al estudio de la dinámica familiar
También es relevante mencionar los hallazgos de Claudia Goldin, ganadora del Nobel en 2023, cuya investigación se centra en la cooperación dentro del matrimonio. Goldin estudia cómo la dinámica de género en el hogar afecta no solo a las oportunidades laborales, sino también al bienestar económico de las familias.
La igualdad y la cooperación dentro del matrimonio son factores que contribuyen al capital social a nivel comunitario, ya que una sociedad en la que las parejas cooperan eficazmente tiene más posibilidades de crear redes de apoyo que beneficien a todos sus miembros.
La investigación de Goldin destaca que, cuando hombres y mujeres pueden negociar de manera equitativa sus roles y responsabilidades, la familia tiende a prosperar, lo cual refuerza el tejido social. Esto crea un ciclo positivo donde el fortalecimiento de la familia contribuye al fortalecimiento de las comunidades, y viceversa. Así, el capital social y las instituciones fuertes facilitan la cooperación y la estabilidad en las relaciones de pareja, que a su vez promueven la igualdad económica y la movilidad social.
Colaboración y equidad en el hogar y la comunidad
La colaboración y equidad en el hogar se convierten, por tanto, en una extensión de los principios de inclusión y cooperación a nivel comunitario. En este sentido, el capital social no solo se trata de redes y confianza externas, sino también de cómo las familias, como instituciones básicas de la sociedad, construyen cooperación interna.
Esto abre un camino para políticas públicas que promuevan la igualdad en el hogar como base de un capital social robusto y, en última instancia, como un pilar para reducir la pobreza y mejorar la cohesión social.
Con esta perspectiva, es claro que el capital social no sólo depende de instituciones externas, sino también de las relaciones en el interior de la comunidad. Los estudios de todos estos premios Nobel sugieren que, para combatir la pobreza de forma efectiva, las políticas públicas deben promover la igualdad tanto en el ámbito público como en el privado, fomentando así una base sólida para el desarrollo de comunidades más cooperativas y resilientes, empezando por la familia.
Nobel de Economía 2024: transformando la decadencia en prosperidad
por Luis Garvía Vega, Director del Máster Universitario en Gestión de Riesgos Financieros (MUGRF) en ICADE Business School, Universidad Pontificia Comillas
El Banco Central de Suecia no da puntada sin hilo. Especialmente desde que se abrió al nuevo mundo económico cuando otorgó el Premio Nobel de Economía al recientemente fallecido Daniel Kahneman en 2002. Este galardón a un psicólogo marcó un punto de inflexión, dando paso a nuevas perspectivas interdisciplinarias.
Pero el cambio no fue instantáneo. Por ejemplo, Muhammad Yunus, el banquero de los pobres, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2006 en vez del de Economía, como sin duda merecía.
Desde aquellos años, es patente cómo el mundo se ha transformado de forma radical, con burbujas especulativas (analizadas por Robert Shiller, Premio Nobel en 2013) y crisis financieras (estudiadas por Ben Bernanke, galardonado en 2022). Y también cómo la pobreza (investigada por Esther Duflo, Premio Nobel en 2019), el cambio climático (abordado por William Nordhaus, premiado en 2018) o el género (explorado por Claudia Goldin, galardonada en 2023) se han convertido en aspectos tan importantes para la economía como para merecer el Nobel. El sistema económico está ante una crisis de identidad.
Los Nobel de Economía 2024
En este contexto –en el que la Academia Real de Ciencias de Suecia lanza mensajes de calado– se sitúa el Premio Nobel de este año a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson.
Entre sus muchas publicaciones destacan ¿Por qué fracasan los países? (Acemoglu y Robinson) y 13 Bankers: The Wall Street Takeover and the Next Financial Meltdown (Johnson y James Kwak).
Estos libros, además de ser entretenidos, critican los principales problemas que afronta nuestra sociedad, respectivamente desde el plano de la política fiscal y de la política monetaria, poniendo de relieve cómo las instituciones y las políticas económicas son determinantes para la prosperidad y el bienestar social.
Las líneas de investigación
Acemoglu, del MIT, y Robinson, de la Universidad de Chicago, han centrado su investigación en la decadencia de las naciones y en cómo las instituciones tanto políticas como económicas influyen en el destino de los países.
¿Por qué algunas naciones ricas en recursos naturales permanecen sumidas en la pobreza mientras otras, con menos recursos, prosperan? ¿Cómo las decisiones políticas afectan la eficiencia en la asignación del gasto público? ¿Cómo influye la concentración del poder en manos de unas pocas élites en la formulación de políticas fiscales que perpetúan la desigualdad? ¿Es la falta de ética la causa de la emisión descontrolada de deuda pública y de la corrupción gubernamental?
Por su parte, Simon Johnson, también del MIT, ha analizado en paralelo el peso que tienen los mercados financieros en la economía global. ¿Cómo influye la concentración de poder en manos de grandes instituciones financieras en la estabilidad económica? ¿De qué manera la influencia desmedida de Wall Street sobre las políticas gubernamentales afecta la efectividad de la política monetaria? ¿Es posible que las élites hayan capturado el sistema gracias a la creciente regulación? ¿Qué papel juegan los bancos “demasiado grandes para caer” en la perpetuación de las crisis financieras? ¿Se está poniendo con ello en riesgo el futuro de nuestro sistema?
En pos de una prosperidad compartida
Estas son algunas de las preguntas fundamentales a las que estos economistas han respondido de forma contundente. El sistema está ante una crisis de identidad, tan cerca del paraíso tecnológico como del infierno de la decadencia. Frente a esto, los trabajos de Acemoglu, Robinson y Johnson traen esperanzas.
Sus investigaciones destacan la importancia crucial de construir instituciones inclusivas, para todos, que promuevan el crecimiento económico y la equidad social. La concentración de poder en manos de unos pocos causa desigualdad y corrupción, por lo que no queda más remedio que repensar nuestras estructuras políticas y económicas.
Si se apuesta de forma decidida por instituciones que involucren a todos los sectores de la sociedad, es posible transformar la decadencia en prosperidad compartida. Es un premio concedido a un llamado optimista para trabajar juntos por una sociedad más justa e inclusiva, donde las decisiones políticas y económicas reflejen las necesidades y aspiraciones de toda la población, garantizando así un futuro sostenible y equitativo para las próximas generaciones.
Fuente: https://theconversation.com/nobel-de-economia-2024-transformando-la-decadencia-en-prosperidad-241111