La crisis causada por el Covid-19 ha evidenciado las limitaciones de las políticas económicas y sociales de los últimos treinta años tanto en América Latina como en muchas partes del mundo, y Colombia no es la excepción. Ese debate ya se había iniciado entre analistas de gran prestigio internacional como Stiglitz, Krugman, y Piketty, hoy reconocidos como “el triunvirato de los principales críticos económicos del capitalismo global” (TG 2015).
por Cecilia López Montaño
Sin embargo, la pandemia ha demostrado con creces las consecuencias de políticas públicas que en vez de resolver viejos problemas, aumentaron la vulnerabilidad de amplios sectores de la sociedad. Pero a su vez, ha identificado posibles cambios en las políticas de desarrollo que permitirían implementar las transformaciones aplazadas por décadas en la región; un hecho que adquiere cada vez mayor importancia.

Los costos y oportunidades que deja el Covid-19 hacen inevitable la búsqueda de nuevos caminos que aceleren el crecimiento, de manera que se puedan asumir sus impactos sociales y económicos. La meta final debe ser asegurar un reparto más equitativo de los beneficios del desarrollo. Dinamismo en la economía, inclusión social, y sostenibilidad ambiental serán los grandes temas del futuro próximo.
Sin duda, esta es la oportunidad para repensar el desarrollo colombiano, que además, debe partir de un elemento adicional: la caída de los precios del petróleo y su inmensa repercusión fiscal, así como su efecto en la tasa de cambio. El sector llegó a representar el 45% de las exportaciones totales del país (Ocampo y Torres 2018).
Esta crisis evidencia claramente errores de las últimas décadas; entre ellos, los costos de no haber diversificado la producción nacional y de basar el crecimiento a partir de bonanzas —café y petróleo— que frenaron el desarrollo de otros sectores productivos (Bonilla 2011).
Una de las grandes falencias nacionales es la falta de una estructura productiva diversificada, concentrada en el sector minero-energético, poco intensivo en mano de obra. Además, no se utilizaron estos recursos para incentivar nuevas actividades y diversificar la estructura productiva del país (Ocampo y Torres 2020). La transformación productiva regresa al debate del desarrollo; una necesidad sentida desde hace mucho tiempo en Colombia.
La innovación y la complementariedad entre sectores son factores fundamentales de ese proceso. Sin embargo, la entrada de nuevas actividades a la corriente económica también puede ser un gran dinamizador del desarrollo. De una manera inesperada para muchos, el Covid-19 ha visibilizado el cuidado; una actividad subvalorada cuando se presta en el mercado y subestimada cuando no es remunerada.
En medio de estrictas cuarentenas, nacionales y en el resto del mundo, el cuidado es el gran protagonista que en vez de detenerse como muchos de los sectores económicos reconocidos, ha intensificado sus esfuerzos y se ha multiplicado exponencialmente su demanda y su capital humano “especialmente en América Latina” (CEPAL 2020).
Hoy es imposible desconocer el impacto del trabajo del cuidado sobre la población mundial y su papel extraordinario en medio de esta crisis sin precedentes. Pero ese reconocimiento va más allá, y es el momento de sacarlo a la luz porque aceptar el cuidado no remunerado como un nuevo sector productivo tiene un efecto directo sobre la recuperación de las economías afectadas severamente por la pandemia. El cuidado remunerado ya es parte de lo reconocido como económico, pero hoy como nunca, se abre el espacio para presentar los argumentos que justifican la inclusión del cuidado no remunerado como parte de la corriente económica.
Es innegable que esta crisis también ha diluido la brecha entre el cuidado remunerado y el no remunerado. Compras de alimentos, preparación de comida, limpieza, todas ellas actividades antes no remuneradas y realizadas generalmente por mujeres, hoy son parte del trabajo remunerado que terceros proveen. Pero además, otros sectores como la educación —reconocidos como productivos— están también en manos de personas del hogar sin ninguna compensación económica, como si fuesen de la esfera de lo no productivo. Cuando la diversificación de la economía, es decir, su transformación productiva es una necesidad impostergable aún más evidente por la crisis del Covid-19, el cuidado definitivamente se establece como un nuevo sector, con nuevas actividades que dinamizan el crecimiento económico y que contribuyen a reducir los costos causados por la pandemia.
A partir de estas realidades, en la primera parte de este documento se señala la oportunidad que presenta la crisis de la pandemia para reconsiderar los esquemas productivos vigentes. La segunda identifica los criterios que deben tomarse en cuenta para lograr el cambio estructural en la economía colombiana que plantean Ocampo y Torres (2020), entre otros autores, que consideran como inaplazable la reforma de la base productiva de países de la región. La tercera analiza la evolución del cuidado no remunerado. La cuarta busca demostrar cómo la economía del cuidado no remunerado cumple con los criterios necesarios para ser parte de la corriente económica. Finalmente, la quinta hace una reflexión final sobre la importancia de este tema.
Fuente: https://www.fes.de/