El antídoto individual es un legado moderno: ser curiosos hasta con lo que nos desagrada e intentar ponernos en los zapatos del otro. Tratar de comprender por qué piensa lo que piensa y quiere lo que quiere. Hacerlo con imaginación empática y con humor. En especial con humor, para no tomarnos tan en serio nuestras certezas y recordar qué precario es siempre lo humano. Creo que esas son las facultades que más necesita la democracia hoy.
