La desinformación en salud también tiene su origen en el uso de anglicismos, que distorsionan la comunicación entre los profesionales sanitarios y los pacientes.

por María Isabel Herrando Rodrigo, Universidad de Zaragoza; Pedro José Satústegui Dorda, Universidad de Zaragoza

Elnur/Shutterstock

Cuando los profesionales sanitarios se dirigen a los pacientes, las palabras son tan importantes como los actos porque, en definitiva, decir también es hacer. Sin embargo, la creciente presencia de anglicismos ha incrementado la desinformación que sufren los enfermos y sus familias.

A los términos más o menos familiares como screening o bypass , se han sumado otros no tan conocidos como random o target . Todo ello, en aras de una pretendida y mal entendida precisión.

El idioma de la ciencia y los avances tecnológicos.

La utilización de anglicismos en la atención sanitaria no es accidental. Existen razones que explican su uso cada vez más frecuente. No en balde, las investigaciones científicas, las publicaciones de prestigio y los avances tecnológicos tienen como idioma predominante el inglés.

Este fenómeno favorece la transposición de los términos originales o su adaptación, especialmente en aquellas áreas donde la innovación tecnológica o los avances en el conocimiento son rápidos y complejos.

Sin embargo, el primer fenómeno desinformativo puede producirse precisamente en ese primer escalón que supone la adopción o adaptación del término. Así, muchas personas pueden entender –no del todo equivocadamente– que un screening tiene como objetivo la detección precoz de la enfermedad. Sin embargo, en pureza, la palabra expresa la detección sistemática, el examen colectivo o el cribado (palabra española que recoge la esencia de su significado) de una dolencia en un grupo numeroso de personas.

Cierto es que, en este caso, el objetivo final es la detección temprana de la enfermedad, pero el ejemplo sirve para ilustrar que no siempre la importación neta del término sirve a los fines deseados.

No le dicen que está en forma, sino que es apto para el tratamiento.

Otra palabra que podría dar pie a confusión o ambigüedad sería el caso de ajuste . Hoy en día, el personal sanitario la utiliza para manifestar si un paciente es elegible para un tratamiento (por ejemplo, de quimioterapia) o si, por el contrario, entra en la categoría de no apto.

La utilización de este término provoca confusión porque no se le está transmitiendo al paciente que está en plena forma física –hoy se suele asociar el fitness al bienestar físico–, sino que es apto para recibir el tratamiento. Tampoco esta situación estaría relacionada con la realización de una prueba llamada FIT (test inmunoquímico fecal recurrente en hematología).

Otros casos más popularizados podrían ser los términos stent (prótesis intravascular) o flutter (tipo de arritmia, flúter) o los denominados calcos y los falsos amigos como severo (al trasladarlo al español como “severo” puede crear confusión, ya que no permite especificar y describir la dolencia como “grave”, “intensa”, “extensa”, “avanzada”, etc.).

Por este motivo y, siguiendo el marco de los desórdenes informativos de Claire Wardle y Hossein Derakhshan (2017), es posible afirmar que los anglicismos desinforman o, en el mejor de los casos, generan errores en la comprensión de las cuestiones relacionadas con la salud de las personas, incrementando su confusión.

La información sanitaria, ya de por sí proclive a la utilización de jerga, añade así otra nueva barrera comunicativa, especialmente cuando las situaciones de estrés o vulnerabilidad nublan la comprensión más elemental. Sin olvidar que muchos pacientes no han tenido ningún contacto con la lengua inglesa.

Implicaciones de la brecha lingüística

Desde el punto de vista lingüístico y comunicativo, la utilización de anglicismos en la interacción entre los profesionales de la salud y los pacientes presentan dos caras. Por un lado, las personas atendidas pueden sentir confianza al entender que los sanitarios son competentes y que están al día con los últimos avances. Pero por otro, puede crear una brecha lingüística.

De hecho, los pacientes que reciben explicaciones con términos poco familiares tienen menos probabilidades de adherirse a un tratamiento o más posibilidades de abandonarlo . Esta situación se agrava cuando se utilizan anglicismos que carecen de un contexto explicativo.

El lenguaje no sólo transmite información: también influye en las emociones y percepciones de los pacientes. Estudios en comunicación intercultural y traducción médica han señalado que el uso excesivo de términos técnicos o anglicismos puede hacer que los pacientes se sientan intimidados o excluidos . Esto puede llevarlos a no hacer preguntas, a aceptar tratamientos sin comprenderlos completamente o, en el peor de los casos, a buscar alternativas fuera de los sistemas de salud formales.

Además, es posible asociar el uso de anglicismos con una actitud elitista, de lejanía o de frialdad en el trato dispensado por los profesionales sanitarios. Algunos pacientes pueden interpretar que su médico está utilizando un lenguaje que no les pertenece.

No obstante, algunos préstamos del inglés pueden tener un efecto más neutro o incluso positivo. Por ejemplo, términos como baipás ( bypass ) o chequeo ( check-up ) ya están tan integrados en el habla cotidiana que muchos pacientes los reconocen sin problemas. En estos casos, el uso del anglicismo puede ahorrar tiempo y mejorar la fluidez de la comunicación.

Adaptar el lenguaje: un desafío compartido

La solución al problema de los anglicismos y su impacto sobre la desinformación en salud no pasa por eliminarlos, sino por emplearlos estratégicamente: su uso siempre debe ir acompañado de explicaciones claras y precisas. Los profesionales sanitarios deben ser conscientes de que comunicar cuestiones relacionadas con la salud requiere adaptar el lenguaje a las características culturales, educativas y emocionales de cada paciente y cada situación.

Desarrollar la inteligencia emocional y la capacidad de los estudiantes de ciencias de la salud para comunicarse efectiva y afectivamente con los futuros pacientes debería ser obligatorio en cualquier plan de estudios universitarios. Además, los profesionales en ejercicio tendrían que beneficiarse de talleres de actualización sobre cómo simplificar términos técnicos sin perder precisión.

Otra estrategia útil sería preguntar al paciente si ha entendido el mensaje o necesita aclaraciones. En este caso, además de dar las explicaciones pertinentes, se podrían recomendar sitios web que difunden información relacionada con la salud . Este simple gesto no solo mejoraría la comprensión, sino que también fortalecería la confianza y la empatía.

Obviamente, la responsabilidad de reducir las barreras lingüísticas en la consulta no recae solo en los profesionales sanitarios. También es crucial que los sistemas de salud promuevan el uso de materiales informativos claros y en español. Asimismo, las asociaciones sanitarias pueden recomendar terminologías equivalentes en español y fomentar su uso en publicaciones y conferencias.

El objetivo último consiste en garantizar que todos los pacientes tengan acceso a una atención sanitaria de calidad en términos comprensibles. Por su parte, los usuarios deben acudir a la consulta con una actitud de escucha activa y sabiendo que sus actitudes propositivas deben estar basadas en el análisis crítico de las informaciones relacionadas con la salud.

En ocasiones, la persuasión que despliegan algunos influencers desde sus canales o perfiles sociales únicamente genera ruido y distorsiona aquellas otras actividades dirigidas a construir valores de salud positivos con la comunidad.

Fuente: https://theconversation.com/usted-es-un-paciente-fit-como-los-anglicismos-contribuyen-a-la-desinformacion-en-salud-245953

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