por Alexandra Staedtler

1. Introducción

1.1  El Coaching Ontológico

El coaching ontológico nace de la ontología, una corriente filosófica que estudia la naturaleza del ser, la existencia y la realidad. Unido a conocimientos de la psicolingüística, que es una disciplina de la psicología y estudia cómo las personas procesan el lenguaje, surgió la ontología del lenguaje. En el coaching ontológico se trabaja con un aprendizaje constante, el cuerpo, las emociones y el lenguaje que constituyen una unidad, el individuo, el ser. Razón por la cual, es suficiente intervenir en uno de los tres dominios para obtener efectos en los tres.

1.2  El Lenguaje

El ser humano se caracteriza por su lenguaje mucho más complejo que el de cualquier otro ser vivo que habita la tierra. Éste le permite moverse mentalmente en el tiempo, describir, abstraer, expresar emociones, emitir juicios. El hecho de tener la capacidad de situar cualquier idea en el pasado, presente o futuro permite el desarrollo de una gran creatividad. Como así lo demuestra la evolución de la humanidad desde su existencia.

Desde la Psicolingüística y su influencia de la lingüística cognitiva (rama de la psicología cognitiva) sabemos que el lenguaje humano es una facultad que forma parte de otras facultades cognitivas. Según palabras de Lakoff en su Tesis de la Cognición Corporeizada (Embodied Cognition Thesis) “nuestra estructura conceptual no puede estudiarse ni entenderse como algo separado del cerebro y el cuerpo que la produce. Nuestros conceptos, ideas o categorías están influidos de manera crucial por la estructura de nuestros cuerpos; cuando menos, existe una motivación entre estas nociones y nuestra experiencia corpórea, física y social.” (Lakoff, 1999; citado en Valenzuela Manzanares, 2011, p.111).

1.3  La comunicación a través del lenguaje

La base de nuestra comunicación se sitúa en el lenguaje – qué decimos, cuándo lo decimos, cómo lo decimos, a quién se lo decimos -. Aprendemos a manejarnos adquiriendo las palabras, la pragmática y los registros adecuados, e incluso, nos familiarizamos con el lenguaje no verbal que bien refuerza, bien invalida lo expresado con palabras. Pero el lenguaje es acción, en el sentido más amplio de la palabra, y debemos darnos cuenta de ello para poder sacar provecho de esta característica, avanzando en lugar de quedarnos parados.

En gran parte desatendida en dicho proceso de aprendizaje queda la comunicación con nosotros mismos, la intrapersonal, a nivel consciente e inconsciente y los efectos de la comunicación interpersonal sobre nuestro ser. Este hecho origina multitud de frenos, en forma de juicios que impiden el acceso a alternativas, así como de creencias limitantes y valores equívocamente gestionados, que nos dificultan la vida, puesto que nos incapacitan para ver, que somos nosotros mismos quienes ponemos los obstáculos.

1.4  La función del coaching

Es aquí donde el coaching ontológico adquiere sentido, puesto que el coach acompaña al coachee guiándolo mediante el lenguaje durante un proceso transformacional a través de un mundo desconocido para el coachee, simplemente porque no es consciente de que este mundo existe, dado que nunca aprendió a concienciarse de él. Miguéns Vázquez y Pellón Puga (2014) nos dan cuenta de ello: “Si un organismo aprende, será capaz de modificar su conducta en relación del ambiente…” (p. 47). Con el aprendizaje del autoconocimiento a través de las palabras el coachee va descubriendo paulatinamente sus capacidades, lo que le impulsa a actuar y, en consecuencia, a evolucionar como individuo, esto es el “devenir”.

Como hemos podido observar, el coaching ontológico no consiste en una psicoterapia, sino en facilitarle un aprendizaje al coachee sobre cómo desenvolverse consigo mismo, que le servirá como herramienta y originará cambios en su conducta en pro del logro de sus objetivos.

El aprendizaje por descubrimiento tiene lugar, por la habilidad lingüística del coach en el acompañamiento del coachee, sin ninguna direccionalidad. En esto se diferencian el coaching y la terapia, en el primero hay una situación de horizontalidad, en la relación del coach y del coachee, frente a la verticalidad del segundo, en referencia al terapeuta y el cliente.

Llegados a este punto, es importante remarcar que el coaching psicológico se dirige únicamente a personas sanas mentalmente y que, de lo contrario, como psicólogos estamos capacitados para detectar una posible patología, por lo que propondremos al coachee ponerse en manos de un compañero psicólogo clínico.

2   Desarrollo

2.1  El diálogo intrapersonal o conversación privada

2.1.1  La voz interna.

Todos tenemos una voz interna que “opina” en gran parte de nuestras acciones de una manera aparentemente autónoma. En ocasiones apoya nuestras decisiones y, en otras, las contradice. Puede presentarse como una breve afirmación o como un comentario reiterante que se vuelve más complejo, según suba nuestro grado de atención hacia la misma. Tanto el apoyo como la contradicción de nuestra voz interna puede suponer que se convierta en nuestra aliada o nuestra enemiga, sin que tenga por qué existir una relación directa.

Un ejemplo sería un valor que nos haya pasado nuestro padre y, que cuando nuestra voz interna lo pronuncia en una situación vital, nosotros estamos tranquilos y seguros de que estamos actuando exactamente como debemos y que así llegaremos a nuestro objetivo.

Por repetición en el tiempo, primero por nuestro padre y posteriormente por nosotros mismos, tanto en voz alta en el diálogo interpersonal, como en nuestros pensamientos, se crea un hábito que se vuelve imperativo y que seguimos de manera inconsciente. Son los así llamados impulsores (Aranda, 2016). El origen se encuentra en los movimientos motores vocales que se producen a menudo igualmente al hablar en voz alta que al pensar (Harley, 2013). Como resultado se habrá producido una internalización por nuestra parte que provoca una repetición casi automática del mensaje, en cuanto el contexto lo desencadene.

La relación creada puede ser acertada o no. En primer lugar, el valor transmitido puede ser positivo, si está en coherencia con nuestra propia forma de pensar y nos fue transmitido en un contexto adecuado para que pudiéramos apreciarlo y desarrolláramos creencias potenciadoras. Se habrá producido una internalización integrada que se traduce en una motivación autorregulada. En tal circunstancia la actividad es valorada y congruente con las metas y valores propios. Siguiendo la Teoría de la Autodeterminación (TAD), en este caso, la motivación por perseguir un objetivo, siendo extrínseca, equivale a la motivación intrínseca.

Según las palabras de Robert White las conductas intrínsecamente motivadas son aquellas en las que la persona participa para autoevaluarse como competente y autodeterminarse en relación con su entorno. Lo cual cubre “…la necesidad que tienen las personas de sentirse competentes y de actuar eficazmente en el entorno.” (White, 1959; citado en Conde Pastor, Méndez Balaña, Rivero Expósito y Sanz Aparicio, 2009, p.173) Lo cual explica la percepción total de autonomía por parte del individuo.

En segundo lugar, el valor transmitido puede ser negativo, cuando incluso pareciéndonos muy válido, puede resultar limitante. Esto ocurre en aquellos casos, en los que aceptamos mencionado valor como el ideal a seguir y desarrollamos creencias para potenciar su consecución. Equivale a una internalización introyectada que lleva a una motivación parcial, más controlada que autónoma. La actividad se produce entonces para evitar la culpa, afirmar la valía o para recibir la aprobación. La motivación extrínseca es, en este caso, percibida como controlada y no como intrínseca. Se produce una disonancia cognitiva y por eso, las creencias que nos hayamos formado de esta manera pueden volverse limitantes, impidiéndonos dar los pasos adecuados para llegar a nuestro objetivo.

Vemos, por lo tanto, que nuestra voz interna, por un lado, puede ejercer un efecto positivo, reforzador y motivador, pero, por otro lado, puede resultar dañino para nuestro bienestar. Ya que, bien nos impide directamente perseguir lo que realmente deseamos, o bien porque entramos en conflicto con nosotros mismos, nuestras creencias y nuestros valores, y se produce un bloqueo.

El mayor obstáculo es que todo ello ocurre en su mayor parte inconscientemente, por omisión o por negación, sin que el individuo tenga la oportunidad de analizar el origen de sus bloqueos, conflictos, etc.

2.1.2  Establecer un diálogo interno.

En el apartado anterior ha quedado patente la complejidad de nuestro inconsciente y el poder que ejerce sobre nuestra conducta. Su efecto además se acentúa en los momentos de mayor vulnerabilidad, cuando estamos en un estado emocional bajo.

Y de ahí la importancia de un diálogo controlado con nuestra voz interior. Prácticamente todas las personas llevan cabo constantemente diálogos internos ante la toma de decisiones. La dificultad surge cuando “escuchamos” las críticas u objeciones de nuestro inconsciente y las reafirmamos.

Algo que tiene lugar especialmente durante estados emocionales negativos, como tristeza, ira, frustración. Tratándose de emociones no implicativas que derivan bien del bloqueo de metas, deseos o derechos o bien de interferencias en creencias, y motivan para eliminar la amenaza y reestablecer el sentido de independencia. Otros estados negativos son la culpa o la vergüenza, que son emociones implicativas y que resultan de un fracaso en las relaciones con los demás y motivan para cambiar de comportamiento y restaurar la armonía y unidad en las relaciones.

El concepto de causación personal corresponde a Richard De Charms (De Charms, 1968; citado en Conde Pastor et al., 2009) y con él se refiere a las conductas que inicia una persona con la intención de producir cambios en el ambiente.

También ocurre cuando la autoestima es baja. Se trata de un componente evaluativo y afectivo (Baumeister, Smart y Boden,1996; Brown, 1998; Coopersmith, 1967; citado en

Bermúdez Moreno, J., Pérez-García, A.M., Rueda Laffond, B., Ruiz Caballero, J.A. y Sanjuán Suárez, 2011) mediante el que una persona expresa su autoconcepto, representando éste el conocimiento que tiene la persona de sí misma. El autoconcepto puede variar según factores externos e internos, lo cual provoca cierto nivel de variabilidad de la autoestima con el transcurso del tiempo y a través de diversas situaciones vitales (Brown y Marshall, 2006; citado en Bermúdez Moreno et al., 2011). Una autoestima reforzada es la base para la toma de responsabilidad y, por ende, para el compromiso.

Siendo éste es un factor fundamental para un proceso de psicología coaching.

Los diálogos internos pueden ser en forma de crítica interna, con la que nos desvalorizamos, de exigencia, que consiste en perseguir un objetivo al límite buscando la perfección, de culpa externa, dónde nosotros nunca asumimos la responsabilidad y de defensa, para evitar posibles daños. La consecuencia es que adoptamos el rol de víctima. Es una cuestión de atribución, dependiendo de si el coachee se guía por un locus de control interno, como en los dos primeros casos, o externo, como en el último caso.

Para poder llevar un diálogo interior constructivo, tenemos, por lo tanto, que conocernos bien y aprender a debatir con nuestra voz interior de una manera amigable y justa. Para lograrlo, nos debemos poner en ambos roles, por un lado, en el de nuestro consciente y, por otro lado, en el de nuestra voz interior.

La importancia del lenguaje se pone de manifiesto en este diálogo interior constructivo, además de la pragmática que empleemos, para llegar a darnos cuenta de nuestra situación real con nosotros mismos.

2.2  El diálogo interpersonal o conversación pública

2.2.1  La conversación y la verbalización.

Cuando utilizamos el lenguaje en un contexto social actuamos unas veces de hablante y otras de oyente. Una conversación se compone de actos del habla (Searle, 1975; citado en Harley, 2013) que implican las intenciones del emisor y el efecto que tienen sobre el receptor.

Durante una conversación, además de escuchar al hablante y emitir nuestras aportaciones, llevamos simultáneamente un diálogo con nosotros mismos, que, en ocasiones, compartimos con nuestro interlocutor.

Algunos de estos diálogos internos son automáticos y reproducen precisamente la voz interna desfavorable mencionada en el apartado 2.1.1. Además de perjudicarnos directamente, durante una conversación puede volverse contra nosotros en la relación con la otra persona, por los juicios contenidos en ella. En definitiva, nuestra propia voz interna junto a aquello que nos contamos como historia influye en el curso que toma una conversación con terceros y, en consecuencia, en la relación que iniciamos o mantenemos con ellos.

Esto ocurre, entre otros, porque tanto los juicios, como las historias que nos contamos repercuten en nuestras emociones y, finalmente, en el lenguaje que utilizamos. Se refleja en la elección de nuestras palabras, el contenido que transmitimos, la pragmática que empleamos para darle un sentido u otro.

Muchas de las interacciones de nuestro interlocutor son reacciones directas a nuestra manera de comunicación y pueden actuar como reforzadores de nuestras emisiones. El resultado es una retroalimentación de mencionados juicios e historias, que se fortalecen cada vez más y nos pueden llevar a situaciones que nos crean malestar y a las que no encontramos solución. Al igual que con la voz interna, porque no somos conscientes de su origen.

2.2.2  Los efectos de la comunicación verbal.

Los efectos de la comunicación verbal se deben al aprendizaje, durante el cual se producen una serie de conexiones sinápticas. Mediante la repetición de mensajes concretos en contextos significativos y emocionalmente impactantes, se refuerzan y amplían las conexiones sinápticas relacionadas y se consolida el aprendizaje.

Nuestras emociones están almacenadas en el sistema límbico, situado debajo de la corteza cerebral y comprende regiones como el tálamo, el hipotálamo, el hipocampo y la amígdala. El sistema límbico está en constante relación con el neocórtex, en el que se puede producir el control de las emociones.

Las respuestas fisiológicas a las emociones experimentadas son las sensaciones, por medio de las que podemos reconocer nuestras emociones y traducirlas en sentimientos. El control deliberado que tenemos sobre los sentimientos nos permite elegir con cuál de ellos deseamos manifestar la emoción vivida.

Existe una estrecha conexión entre las emociones y la toma de decisiones, durante la que nuestro cerebro opta entre de dos caminos. O bien responde, lo cual consiste en un proceso consciente y racional, o bien reacciona, que es el camino corto inconsciente y que con un tiempo de reacción de 125 milisegundos es muy rápido. Al recuperar la información del banco de la memoria emocional básica (la amígdala), la reacción presenta la desventaja de poder tomar decisiones erróneas.

La interacción verbal con otras personas se desarrolla en un contexto con multitud de estímulos. Cuando, llegado el momento, repetimos nuestros mensajes basados en nuestras creencias, se produce un aprendizaje, con el que se consolida nuestra creencia. Si esta entra en conflicto con nuestro pensamiento consciente, se produce una emoción de miedo o ira con una función protectora y/o defensiva.

Perdemos, por lo tanto, todo control sobre el poder reestructurador del lenguaje, ya que no percibimos la disonancia cognitiva que nos causa aquello que verbalizamos y el significado emocional que tiene para nosotros. Es más, incluso reforzamos esta situación con argumentos y prosodia en respuesta a nuestro interlocutor.

El resultado es que el lenguaje, o más concretamente, su componente social y de aprendizaje se vuelven contra nuestro equilibrio y bienestar. De ahí la importancia del autoconocimiento adquirido por el aprendizaje previo del diálogo intrapersonal.

2.3   La importancia del lenguaje en la psicología coaching

2.3.1  El lenguaje.

Dijimos, que para aprender a llevar un diálogo interior que nos beneficie, en primer lugar, debemos conocernos a nosotros mismos y, en segundo lugar, tenemos que aprender a hablarnos de manera amigable, justa y con respeto.

El coaching psicológico ontológico, con foco en el lenguaje, facilita al coachee precisamente este aprendizaje tan necesario. Buscando eliminar los obstáculos, promoviendo un cambio de observador en el coachee, con el fin de que recupere su autoestima y aumente su motivación intrínseca, que le hará elevar sus niveles de rendimiento (cognitivo), salud (corporal) y bienestar (mental), y su ser como unidad.

Para que el coachee se conciencie de sus creencias, nosotros como coaches, le sugerimos que modifique el lenguaje utilizado por él, la elección de sus palabras (verbos, adjetivos, conectores…), su sintaxis, su entonación, su pragmática y le pediremos, siempre que sea necesario, que defina las palabras clave, ya que son interpretables según quién las emite.

A este respecto cabe decir, que nuestra primera intención al utilizar las palabras es darle un significado a aquello que decimos. La importancia de la definición de las palabras surge del hecho de que se componen semánticamente de denotaciones, iguales para todos, y connotaciones, que pueden diferir entre diferentes individuos en función del contexto con el que las ponemos en relación. De ahí surge una parte del efecto diferencial que pueden ejercer las palabras sobre los individuos.

En definitiva, facilitamos el moldeado el lenguaje utilizado por el coachee, en su beneficio, consiguiendo impactantes consecuencias novedosas en él, mediante la técnica del reencuadre lingüístico. Consiguiendo con éste, por ejemplo, un cambio de perspectiva, al descubrir el coachee el significado real de sus palabras para él, que había quedado oculto detrás de éstas.

Como coaches también cuidamos el uso de nuestro propio lenguaje, así como la manera de expresarnos. No empleamos expresiones que denotan juicio, sino palabras que transmiten una total aceptación del coachee, tal y como es. Esta aceptación incluye la convicción de capacidad del coachee para alcanzar su objetivo y provoca en éste el sentimiento de ser aceptado y de tranquilidad.

Así, el coachee experimenta emociones de alegría y afecto, que cumplen las funciones de energización y creación de vínculo. Esto le permite gestionar su optimismo, disfrute, autoestima y la estima de un tercero y, finalmente a consecuencia de la serotonina liberada por el cerebro, pasa a un estado de bienestar y placer. En resumen, las emociones positivas le abren la mente hacia la aceptación, la creatividad y la predisposición al cambio.

Además, nuestro diálogo en ningún caso es directivo, por lo que tampoco nos expresamos con palabras que implican imposición o exigencia. Más bien formulamos preguntas que el coachee debe autocontestarse en voz alta o, si el coachee lo necesita, le sugerimos opciones que el libremente asimila o rechaza. De esta manera conseguimos que el coachee sea el responsable del desarrollo del proceso, mientras que el coach únicamente aporta los medios mediante técnicas, para que el coachee encuentre su camino hacia la consecución de un objetivo factible, realista en relación con sus posibilidades y en coherencia con sus valores.

Cuando el coachee se va descubriendo a sí mismo y desentramando el camino para poder llegar a su objetivo, experimenta un empoderamiento y una gran motivación. Por un lado, por superar un obstáculo y concienciarse de sus fortalezas y, por otro lado, por haberlo conseguido el mismo (aunque al principio a menudo todavía no lo percibe así).

La percepción de cambio producido tiene como resultado una respuesta emocional de orgullo, una emoción secundaria de tono hedónico positivo, que se presenta cuando alcanzamos una meta. La relevancia de esta emoción viene explicada por Smith y Lazarus (Smith y Lazarus, 1993; citado en Fernández-Abascal, 2010) en primer lugar, por su relevancia motivacional, valoración que alude a los compromisos personales y al grado de relevancia de la situación para el individuo, y la congruencia motivacional, que hace referencia al nivel de consistencia que tiene la situación con los deseos y las metas de la persona. En segundo lugar, Lazarus (1994) añade el beneficio central de esta emoción (núcleo de tema relacionado), que para el orgullo es la intensificación del autoconcepto por ganar méritos para conseguir un objeto o meta valiosos, por uno mismo (Lazarus, 1994; citado en Fernández-Abascal, 2010).

En consecuencia, las emociones positivas influyen en la respuesta conductual que lleva a una acción motivadora (Izard y Ackermann, 2000; citado en Fernández-Abascal., 2010). Finalmente, según el efecto motivacional de Reeve (Reeve, 1994; Fernández-Abascal, 2010), la emoción puede determinar que aparezca una conducta motivada, dirigirla hacia una meta determinada y promover su ejecución con cierto grado de intensidad. La conducta motivada, a su vez, produce una reacción emocional y se establece un círculo de retroalimentación que mantiene la motivación del individuo.

Llegados aquí, muy probablemente se haya producido o esté a punto de producirse un aprendizaje de tercer orden, en el que se produce un cambio de identidad. A partir de ese momento el coachee tiene claras sus prioridades y cuenta con una autoeficacia renovada y habrá entrado en un proceso transformacional.

2.3.2  Los silencios.

Los silencios propuestos por el coach forman parte esencial del uso del lenguaje en el proceso de coaching psicológico. Representa un ejercicio adicional muy completo, puesto que implica una posible concienciación emocional, corporal y cognitiva en momentos cruciales, cuya percepción facilita al coachee encontrar soluciones a sus conflictos y obstáculos.

Esto ocurre porque en una fase de pensamiento concreta no aparecen los estímulos reforzantes que nos damos a nosotros mismos o aquellos que recibimos del exterior. Se produce una atención hacia nuestro interior, selectiva y focalizada – una introspección-.

Podemos tratar la cuestión de forma aislada, observar nuestros pensamientos y las reacciones que causa en nuestro cuerpo – en qué parte de éste y de qué manera – y posiblemente el freno que teníamos frente la acción hacia el objetivo se vaya disolviendo por vía de las reflexiones verbalizadas en voz alta y, si fuera necesario, guiadas por el coach.

Para que un silencio sea efectivo, el coach lo utiliza en aquellos momentos en los que el coachee haya emitido un aspecto clave para la concienciación que se busca. Para reforzar el impacto, el coach puede formular una pregunta monosilábica “¿Y…?”, o incluso devolverle sus palabras al coachee y, mantener a continuación un silencio.

Los silencios tienen un efecto de freno repentino, con el que se consigue un insight por parte del coachee, que refuerza que éste se centre en sí mismo. Le ofrece la oportunidad de reflexionar, por un momento, profundamente sobre un aspecto muy concreto, sin argumentar por encima y, percibir las reacciones de su cuerpo en ese instante. Identifica y atiende así a sus emociones relacionadas, llevándolo al origen de éstas, el cual se sitúa frecuentemente en las creencias limitantes.

Creencias, de las que el coachee tiene que concienciarse precisamente para poder llevar a cabo su diálogo interior constructivo, al que hice alusión en el punto 2.1.2.

2.4  El lenguaje en las fases del proceso de coaching.

2.4.1  Centrar el objetivo.

Es una condición básica para el proceso de psicología coaching, disponer de un objetivo bien definido. Con este fin el coach escucha activamente la exposición del coachee y le guía a través de esta búsqueda. En esta fase el lenguaje juega un papel muy importante y, al coincidir con la puesta en marcha del primer momento del proceso motivacional “toma de decisiones y elección del objetivo” (Palmero, 2005; citado en Conde Pastor, 2009, p.81), el coachee muestra una gran actividad y predisposición en la búsqueda de una definición de su objetivo.

Aprovechando la activación motivacional para formular preguntas abiertas bien focalizadas y pedir al coachee que defina con exactitud sus aportaciones, éste alcanza a centrar un objetivo satisfactorio para él.

Citando a Conde Pastor et. al (2009): “Proponerse conseguir una meta es generar una incongruencia ya que habrá que elaborar un nuevo plan” (p.200).

2.4.2  Trabajar la brecha.

Sobre esta fase intermedia recae el mayor peso y engloba la descripción de la situación actual, la toma de conciencia, el análisis de alternativas y la especificación de los criterios de evaluación de los resultados.

No profundizo más en los aspectos que hay que tener en cuenta, porque en el apartado 2.3. La importancia del lenguaje en la psicología coaching, está desarrollado el procedimiento lingüístico razonado, desde el punto de vista psicológico, que el coach debe seguir.

2.4.3  La Planificación.

La planificación es la fase previa a la ejecución. Para que sea coherente y realizable tiene que seguir un orden lógico y cronológico, que el coachee debe procesar en voz alta y escribir a continuación. Los procesos psicológicos implicados en la verbalización refuerzan así la integración de la información. La planificación de cómo organizar nuestros objetivos, con una idea clara de nuestras fortalezas y de cómo aplicarlas con una finalidad bien definida, nos impulsa hacia la acción. Sentimos la motivación intrínseca anteriormente mencionada, que nos ofrece una percepción de autonomía.

Cuando el coachee llega a este punto del proceso de coaching psicológico, su locus de control es interno y, en consecuencia, es el máximo responsable de sus actos.

Siente que tiene el control sobre sus acciones, porque es el mismo el que ha elaborado el plan de acción, en un marco realista acorde a sus capacidades, creencias, valores y persiguiendo un objetivo específico, medible, alcanzable, relevante y a tiempo. Según viene descrito en el modelo SMART.

Cuando el coachee ha madurado bien todas las fases precedentes, su uso del lenguaje en esta fase del proceso, se hace patente en formulaciones que denotan autoestima, una entonación más variable, palabras elegidas con mayor precisión y más firmeza en lo que expresa.

Con tal empoderamiento por parte del coachee la probabilidad de que pase a la acción es máxima. Dado que se ha producido un aprendizaje que, mediante los procesos motivacionales, determinan la transformación de éste en ejecución.

2.4.4  Compromiso.

Pronunciar el objeto del compromiso en voz alta y frente a otra persona, el coach, le permite al coachee transformar sus palabras en una imagen visual. La fuerza de ésta provoca en el coachee la percepción de su propósito como un hecho consumado y que, por consiguiente, realiza sin duda alguna. Para que este efecto se manifieste, una vez más es determinante el uso del lenguaje, por lo que el coachee tiene que emplear un tiempo verbal (presente del indicativo), un vocabulario y una entonación que confirme lo que expresa.

3   Conclusiones

La importancia del lenguaje se hace visible por cuatro razones principales. Primero, es clave para establecer una relación de confianza entre el coach y el coachee. Segundo, es indispensable para ir orientando al coachee hacia su objetivo. Tercero, es decisivo para el progreso en el autodescubrimiento del coachee, mediante preguntas y silencios que lo incitan a la reflexión y la toma de decisiones. Y cuarto, permite al coachee verbalizar, por un lado, sus pensamientos y conductas impulsando así su conciencia y, por otro lado, sus compromisos y objetivos, con lo que se reafirma en su ejecución.

Cuando hablamos de lenguaje cabe remarcar que los procesos neuro lingüísticos son ampliamente conocidos por el psicólogo, por lo que es perfectamente consciente de los estímulos necesarios para provocar una reacción que desencadena una acción. Estos estímulos pueden ser visuales, auditivos o táctiles, porque el ser humano finalmente traduce todo lo que experimenta en palabras, que también es la herramienta mediante la que actúa el coach ontológico.

Más allá, en la psicología se estudia la ubicación en las áreas cerebrales y los procesos psicológicos subyacentes a las creencias, la motivación y al aprendizaje, elementos que, a su vez, son clave en el coaching.

En la psicología coaching con enfoque ontológico el coachee es guiado a través del lenguaje, en todas sus formas, hacia un aprendizaje, la piedra angular del autoconocimiento y de la autogestión, que juntas conforman la finalidad última del coaching. Ningún otro profesional domina en mayor grado el funcionamiento y la gestión de estos aspectos, así como las vías que se abren hacia una modificación de conducta, que el psicólogo.

El psicólogo es, en consecuencia, por sus conocimientos sobre el ser humano, el profesional más adecuado para hacer coaching e integrar su aplicación en otras áreas como, por ejemplo, la educación y la formación.

Con el objetivo de facilitar la lectura del presente trabajo, he renunciado a un lenguaje de género explícito, sin que en ningún caso es mi deseo restar respeto y ni aceptación hacia el mismo.

4   Referencias

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5  Bibliografía

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Fuente: https://psicologosexpertosencoaching.com/recursos/ensayos/el-lenguaje-en-la-psicologia-coaching-con-enfoque-ontologico

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