Reorientar la educación literaria y la formación lectora hacia las escritoras olvidadas es necesario, no por igualdad sino por calidad. Las obras tienen que pasar por las aulas para ser clásicos.
por Jessica Blanco Marcos, UDIT – Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología

¿Recuerda a las autoras que aparecían en su libro de Lengua Castellana y Literatura en el instituto? Probablemente no. Independientemente de que seamos producto de una u otra ley educativa, el Quijote, el Lazarillo o las vanguardias son conocimientos que forman parte de nuestra educación literaria al terminar la educación obligatoria y la preparación para la universidad, porque así lo han recogido, en España, tanto la normativa estatal como la autonómica y los libros de texto.
Pero ¿y las mujeres? ¿Dónde están? Su presencia es ínfima y, generalmente, queda relegada a un pequeño epígrafe, un pie de página o una foto en un cuadro al margen.
Así lo demuestra un exhaustivo análisis de diversos libros de texto que refleja que las editoriales aún no han alcanzado a las leyes educativas. En los más de cien libros de más de cuarenta asignaturas que consulta, solo el 12,7 % de las personas mencionadas son mujeres. A raíz de este trabajo, muchas investigadoras han replicado el estudio arrojando datos similares: falta la mitad de nuestro legado cultural.
Las lagunas del curriculum oficial
Actualmente, la ley educativa española, tanto en el currículo de Secundaria como en el de Bachillerato, establece la educación literaria a través de la lectura autónoma y guiada como uno de los saberes básicos. Además, considera como competencias específicas tanto seleccionar y leer obras diversas como fuente de placer y conocimiento como leer, interpretar y valorar obras literarias del patrimonio nacional y universal.
Pero si hojeamos cualquier manual, sigue habiendo lagunas más que evidentes. Es aquí donde docentes e investigadores necesitan aunar esfuerzos para completar estos vacíos.
Y todo empieza por el canon. Recto como una caña, una vara de medir, como nos recuerda por etimología Irene Vallejo, pasando por el elitismo estético del crítico estadounidense Harold Bloom y su El canon occidental, o la representación de una identidad nacional según la élite cultural y política, el canon no deja de responder a factores específicos (poder, ideología, instituciones, manipulación) que implican la exclusión de las mujeres.
Obstáculos y justificaciones para la ausencia de mujeres
Existen una serie de obstáculos para la profesionalización de la escritura de las mujeres. Las estrategias, todavía vigentes, para ocultar, menospreciar y olvidar sus obras incluyen medidas disuasorias, de contención, menosprecio, negación, contaminación de autoría, anomalía, logro aislado. Estas son algunas de las tácticas para justificar la ausencia de muchas escritoras. Y, a pesar de su reducida presencia en los libros de texto, listas de ventas e incluso premios literarios, son numerosos los esfuerzos para modificar el canon.
Desde el mundo académico se aboga por recuperar autoras autóctonas y latinoamericanas olvidadas. Se reconstruye una historia del mundo diferente con Las que faltaban (2022) o Las olvidadas (2024). Se revisa el arte occidental con perspectiva feminista. Las visionarias, las inventoras desconocidas.
Se incide en las mujeres imprescindibles en la educación en la vanguardia del s. XX. En las mujeres olvidadas de la Segunda República. En crear una antología de poetas españolas desde el s. XV hasta la generación del 27. En escritoras unidas por la Residencia de Señoritas, el Lyceum Club Femenino y la amistad. Además, se celebra a mediados de octubre, desde 2016, el día de las escritoras como iniciativa para reivindicar y recuperar el legado de las mujeres escritoras.
Materializar un contracanon en las aulas
Y, aún así, ¿puede recordar alguna autora que no sea Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro o Carmen Martín Gaite? No se trata solo de recuperar la escritura de las mujeres en un plano teórico. Este contracanon tiene que materializarse en las aulas. Tiene que llegar a profesores y estudiantes para poder revertir y completar nuestra educación literaria.
El mismo estudio mencionado antes ofrece numerosas propuestas para incluir a las mujeres en el contenido del aula:
- Trabajar otros géneros (epístolas, novelas cortas, diarios, autobiografías, memorias).
- Crear tablas comparativas por géneros para establecer una visión de conjunto y contextualizar la creación literaria femenina.
- Considerar otras temáticas (amor, amistad, acceso a la educación, derechos).
Su contracanon va desde el siglo X en castellano, catalán y otros países, hasta el siglo XX. Poetisas andalusíes, trovadoras y juglaresas. María de Zayas y Ana Caro como alternativa al Barroco. Catalina de Erauso y Chikaba. Gertrudis Gómez de Avellaneda y el abolicionismo. Carolina Coronado y los malos tratos. Concepción Arenal y la educación de la mujer. Carmen de Burgos. Laforet, Matute y Chacel. Y el filón que supone el s. XX. Almudena Grandes, Marta Sanz, Montserrat Roig, Elena Medel o Lourdes Ortiz. Por solo mencionar a algunas. Y además incluye propuestas didácticas para facilitar la labor docente.
Por otra parte, varios expertos han creado esta antologia para profundizar en el estudio literario desde una perspectiva de género. Con diferentes estrategias y una batería de actividades didácticas para fomentar una participación activa revirtiendo el canon.
Propuestas didácticas personalizadas
Pero la llave maestra del contracanon es crear propuestas didácticas personalizadas. Apoyarse en el concepto de constelaciones literarias. Buscar esos puntos de unión entre docentes y estudiantes con selecciones e intereses personales. Abarcar todos los géneros, sin olvidarse de la literatura infantil y juvenil. Laura Gallego García y Victoria Álvarez nunca fallan. Utilizar un texto imán, variar la tipología de actividades. Optar por las metodologías activas.
Pero siempre teniendo en cuenta la opinión y retroalimentación de los estudiantes. Entendiendo que el (contra)canon es revisitable. Y que la labor docente e investigadora es clave para aprender de las experiencias pedagógicas y del bagaje literario de los demás.
Es hora de orientar la educación literaria y la formación lectora. No por inclusividad. Ni por género o igualdad. Por calidad. Porque las obras tienen que pasar por las aulas para ser clásicos y ser canonizadas.