Las redes de contactos pueden crear formas de segmentación social que, en el caso de las mujeres profesionales, las coloca en desventaja frente a sus pares masculinos.
por Paolo Rungo, Universidade da Coruña
La integración de las mujeres en el mercado laboral ha avanzado de forma espectacular en las últimas décadas. Por ejemplo, su tasa de participación en el mercado laboral español –es decir, el porcentaje de mujeres que trabajan o quieren hacerlo con respecto al total de mujeres en edad de trabajar en España– ha pasado del 37,1 % en 1987 a más del 70 % en 2023.
Casi 40 años atrás, la participación de las mujeres en España era de las más bajas de Europa, mientras que ahora se sitúa en la media europea e incluso está por encima de otros países mediterráneos.
La incorporación de las mujeres en más y mejores puestos debería favorecer la desaparición de discriminaciones. Sin embargo, hay barreras que han impedido, y siguen impidiendo, una plena integración. Una de ellas es la persistente relevancia de ciertas redes de contactos que, aún hoy, siguen en manos de los hombres.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro
Las personas que se conocen suelen ser parecidas. El nivel educativo, los ingresos y el origen social influyen de forma significativa en la composición de nuestro grupo de amigos y amigas. Y la pertenencia a un grupo u otro define nuestras oportunidades a lo largo de la vida.
Por ejemplo, conocer a una emprendedora o a un director de recursos humanos puede facilitar la consecución de un trabajo mejor. La cuestión fundamental es que las redes que brindan las mejores oportunidades suelen estar dominadas por hombres. Los hombres de clase alta prefieren estar en contacto con otras personas a las que consideran parecidas. En consecuencia, por voluntad de discriminación o por preferencias individuales, se excluye a las mujeres.
Un círculo social más estrecho
Un artículo recientemente publicado en la revista Social Science Quarterly –y que firmo con Atilano Pena López y Paula Cobo Arroyo– estudia esta relación para el caso de España.
En ese trabajo se observa que, independientemente de su posición social, las mujeres suelen conocer a menos personas que los hombres. En promedio, ellas tienen un 10 % menos de amigos y conocidos. Además, el número de personas conocidas aumenta con el estatus socio-económico: cuanto más arriba en la escala social, más amplia la red de contactos.
Sin embargo, el número de conocidos crece de forma distinta para hombres y mujeres. A medida que un hombre alcanza mejores ocupaciones, su círculo tiende a ampliarse. Los hombres expanden su red mediante la incorporación de nuevos contactos de clase alta.
Exclusivos y excluyentes
La ascensión social de las mujeres no conlleva una extensión similar a la de los hombres en su red de contactos. La diferencia se debe a que consiguen conectar con un menor número de representantes de la clase alta. Por ejemplo, aunque una mujer alcance un puesto de gerente, tendrá más dificultades para establecer contactos con personas de su mismo nivel ocupacional. Una posible explicación es que las mujeres con mejores trabajos se enfrentan más directamente a los círculos de hombres, que tienden a excluirlas.
Sin embargo, en la base de la pirámide social, pasa justo lo contrario. Se observan redes más abiertas, en las cuales mujeres y hombres de distintos niveles socioeconómicos comparten los mismos contactos. En este sentido, las redes de clase alta son más cerradas y excluyentes.
Dificultades de acceso
El origen social también juega un papel importante en esta relación. Las mujeres que han alcanzado ocupaciones de más prestigio pero que han crecido en familias más humildes son las que más sufren esta forma de exclusión. Además de ser mujeres, su condición social de origen las hace aún más distintas a los ojos de los varones de alto estatus. En consecuencia, su capacidad de acceso a las redes de personas con más recursos y poder es aún menor.
Es innegable que, a lo largo de las últimas décadas, las mujeres han conseguido mejorar su posición social. Sin embargo, su plena integración se ve mermada por la persistencia de círculos de hombres que, por sesgos inconscientes o para mantener sus privilegios, las excluyen.
Dicha exclusión está asociada a la disminución de oportunidades vitales y, en última instancia, a la plena consideración de los logros de las mujeres en el ámbito profesional.